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Y sólo la filosofía puede estudiar con facilidad la naturaleza del tiempo.
-Tal vez, pero pensemos en el otro problema: la posibilidad de que hombres malvados, capaces de controlar el tiempo, nos estén manipulando. ¿Cómo les encontramos y qué hacemos entonces?
-Recuerdo algo relativo a cristales -musitó Hawkmoon-, que transportaban a los hombres a través de las dimensiones alternativas de la Tierra. Me pregunto si estarán utilizando de nuevo esos cristales, o algo parecido.
-Yo no sé nada de cristales -dijo el conde Brass, secundado por los otros tres.
-Existen otras dimensiones -explicó Hawkmoon-. Y es posible que en algunas dimensiones vivan hombres casi idénticos a los que viven en ésta. Descubrimos una Kamarg no muy distinta de ésta. Me pregunto si ésa es la respuesta, o al menos una parte de ella.
-Me cuesta entenderos -gruñó el conde Brass-. Ya habláis como ese hechicero...
-Filósofo -corrigió Bowgentle- y poeta.
-Si, es complicado pensar en eso, si estamos demasiado cerca de la verdad-reconoció Hawkmoon.
Les narró la historia de la torre de Elvereza y de los Anillos de Cristal de Mygan, como D´Averc y él los habían utilizado para desplazarse a través de las dimensiones y cruzar mares, tal vez incluso para viajar en el tiempo. Y como todos habían jugado un papel importante en el drama, Hawkmoon era consciente de cuán extraña era la situación, pues hablaba de ellos y se refería a acontecimientos que tendrían lugar en el futuro. Cuando terminó, parecieron convencidos de que había aportado una explicación plausible a su actual situación. Hawkmoon también recordó al pueblo fantasma, aquella bondadosa gente que le había proporcionado una máquina para transportar el castillo de Brass a un continuo espacio temporal más seguro, cuando el barón Meliadus les atacó. Tal vez si viajaba de nuevo a Soryandum, en el desierto de Syrania, conseguiría de nuevo la ayuda del pueblo fantasma. Lo propuso a sus amigos.
-Sí, es una buena idea -dijo el conde Brass-, pero en el ínterin seguiremos con las garras de los que nos han traído aquí, y no sabemos cómo lo han conseguido, ni por qué.
-¿Dónde está ese oráculo del que hablasteis? -preguntó Hawkmoon-. ¿Podéis explicarnos en detalle qué os ocurrió... después de «morir»?
-Me encontré en este país, con las heridas cicatrizadas y la armadura en perfecto estado.
Los otros aportaron explicaciones muy parecidas.
-Con un caballo y abundantes provisiones..., aunque la comida era impresentable.
-¿Y el oráculo?
-Una especie de pirámide parlante de la altura de un hombre, resplandeciente como un diamante, y que flotaba sobre el suelo. Aparece y desaparece a voluntad, por lo visto. Me contó todo lo que os dije cuando nos encontramos por primera vez.