Cocos Y Hadas (Julia de Asensi) Libros Clásicos

Página 28 de 37

Al
divisarla de lejos le pareció [64] que, en efecto, el piso superior estaba
iluminado, pero al acercarse más advirtió que era el reflejo de la luna en
los cristales, puesto que al llegar junto a la casa aquella luz había
desaparecido.
-Todo será lo mismo -murmuró el joven-, en esto no debe haber una
palabra de verdad.
Delante de la puerta vio una jarra con miel, una cesta con fruta y
una botella con vino. Abrió, subió la escalera y entró en el cuarto que
había elegido para alcoba. Allí una bujía, pues había comprado un paquete
de ellas en el pueblo, y se echó vestido en la cama. Al mirar su reloj vio
que marcaba las once y media y, recordando que el duende recogía a las
doce sus provisiones, se asomó a la ventana y estuvo en acecho, cuidando
de no llamar la atención ni asustar al habitante de la singular casa.
Al sonar la primera campanada, el joven noto que la puerta se abría
sin ruido y que un brazo corto, que terminaba en una mano pequeña, cogía
la jarra primero y después la cesta y la botella. [65]
Una vez hecho esto volvió a cerrar despacio y el caballero oyó unos
ligeros pasos por la escalera. Apagó su bujía, pero cuando se acercó a la
puerta de su alcoba no vio nada ni pudo averiguar más. Aunque no muy
tranquilo, volvió a echarse en la cama y, después de luchar algunos
minutos con el sueño, se quedó profundamente dormido.
A la mañana siguiente vio la jarra, la cesta y la botella vacías
junto a la puerta de la casa.
A nadie dijo lo que había ocurrido el día precedente, se pasó la
tarde disfrutando de todas las fiestas, y hasta muy entrada la noche no
regresó a su nuevo domicilio.
Le pareció indigno el temor que había sentido el día antes y decidió
hacer algunas averiguaciones respecto al duende. Pero, aunque se asomó a

Página 28 de 37
 

Paginas:


Compartir:




Diccionario: