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su propio corazón. Adiós ya.
La luciérnaga anuncia la mañana:
su llama mortecina palidece.
Adiós, adiós, Hamlet. Acuérdate de mí.
Sale.
HAMLET
¡Ah, legiones celestiales! ¡Ah, tierra! - ¿Qué más?
¿Afiado el infierno? ¡No! - Resiste, corazón,
y vosotras, mis fibras, no envejezcáis
y mantenedme firme. ¿Acordarme de ti?
Sí, pobre ánima, mientras resida memoria
en mi turbada cabeza. ¿Acordarme de ti?
Sí, de la tabla del recuerdo borraré
toda anotación ligera y trivial,
máximas de libros, impresiones, imágenes
que en ella escribieron juventud y observación,
y sólo tus mandatos viviran
en mi libro del cerebro, sin mezcla
de asuntos menos dignos. ¡Sí, sí, por el cielo!
¡Ah, perversa mujer!
¡Ah, infame, infame, maldito infame sonriente!
Mi cuaderno, mi cuaderno; he de anotarlo:
uno puede sonreír y sonreír, siendo un infame.
Al menos, seguro que es posible en Dinamarca.
Bueno, tío, ahí tienes. Y ahora, mi consigna:
"Adiós, adiós, acuérdate de mí."
Lo he jurado.
HORACIO y MARCELO [dentro]
¡Señor, señor!
Entran HORACIO y MARCELO.
MARCELO
¡Príncipe Hamlet!
HORACIO
Que Dios le proteja.
HAMLET
Así sea.
HORACIO
¡Eh-oh! ¡Eh-oh, señor!
HAMLET
¡Hucho, hucho-hó! ¡Vuelve, pájaro !.
MARCELO
¿Cómo estáis, noble señor?
HORACIO
¿Qué ha ocurrido, señor?
HAMLET
¡Ah, qué prodigio!
HORACIO
Mi buen señor, contadlo.
HAMLET
No, que lo divulgaréis.
HORACIO
Yo no, señor, por el cielo.
MARCELO
Ni yo, señor.
HAMLET
¿Qué me decís? ¿Quién pensaría que ... ?
¿Guardaréis el secreto?
HORACIO y MARCELO
Sí, por el cielo.
HAMLET
No hay un solo canalla en Dinamarca
que no sea un pillo redomado.
HORACIO
Señor, para oír eso no hace falta
que salga de la tumba espectro alguno.
HAMLET
Sí, claro, desde luego.
Entonces, sin más ceremonia, es mejor
que nos demos la mano y nos vayamos: vosotros,
adonde os lleven vuestros asuntos y deseos,
pues cada cual tiene sus asuntos y deseos,