Página 93 de 101
«Ella tiene la culpa de todo...»
Llevábamos ya cinco minutos de silencio. El té estaba sobre la mesa, pero no lo tocábamos. Había llegado al extremo de que, para hacer la situación de Lisa más difícil, no quería ser el primero en beber, y para ella era violento tomar el té sola. De cuando en cuando me dirigía una mirada inquieta y triste. Pero no cabía duda de que el más desgraciado de los dos era yo, pues no podía dominarme.
-Quiero... irme... para siempre... de allá abajo -empezó a decir ella, para poner fin a nuestro silencio.
¡Pobre! Precisamente era así como no debía empezar en aquel momento saturado de estupidez y dirigiéndose a un hombre tan estúpido como yo. Sentí una lástima dolorosa por su franqueza inútil, por su temerosa incapacidad. Pero al punto surgió en mí algo que ahogó aquella compasión y que me excitó más todavía. ¡Que se hundiera el mundo entero! ¡Me era indiferente! Cinco minutos más de silencio.
-¿Le molesto? -preguntó Lisa tímidamente, con voz apenas perceptible. Y se dispuso a levantarse.
Apenas advertí esta manifestación de dignidad ofendida, temblé de furor y di rienda suelta a todo lo que gravitaba sobre mi corazón.
-¿Por qué has venido a verme? Di, ¿por qué? -empecé a decir con voz ahogada y sin cuidarme lo más mínimo de ordenar mis palabras lógicamente.
Tenía la necesidad de decirlo todo a la vez, de golpe, sin ni siquiera pensar en cómo había empezado.
-¿Por qué has venido? ¡Respóndeme! ¡Contesta! -grité fuera de mí-. Mira, yo mismo te lo voy a decir. Has venido porque aquel día te dije paroles touchantes. Te enterneciste, y hoy quieres oír más palabras enternecedoras. Pero has de saber que aquel día me burlaba de ti. Y hoy me sigo burlando. ¿Por qué tiemblas? ¡Sí, me burlé de ti! Me habían insultado durante la cena los mismos que llegaron a tu casa antes que yo. Fui allí para vengarme de uno de ellos, de un oficial, pero no me fue posible: ya se habían marchado. Tenía que descargar mi irritación sobre alguien; apareciste tú en aquel momento, y me vengué en ti, me reí de ti. Me humillaron y quise demostrar mi superioridad ante alguien. Esto fue lo que ocurrió. Pero tú creíste que yo había ido allí sólo para salvarte. ¿No es así? ¿Verdad que te lo imaginaste?