Página 18 de 60
Pongamos en lo höndo de las frases más sacras besos consoladores que suavicen las lacras.
En procesión inmensa va el macilento
enjambre:
mordidas las entrañas por los lobos del
hambre.
Lo custodia el Misterio, y lleva en sus arterias inoculado un virus de sórdidas miserias;
No hay que temer la lepra que roë los
abyectos:
quizás es peor la higiene de los limpios
perfectos.
Efigien su nobleza también los infelices: ¡Blasón de los harapos, lis de las cicatrices!
Lidiemos en la justa de todos los rencores... ¡insignias de los bravos modernos luchadores!
Para esperarte, amigo, después de la contienda, aunque sea en el yermo yo plantaré mi tienda.
Te envío, pues, mis versos, mis versos torturados, como flores amargas de jardines violados...
¡Y sean mis estrofas los heraldos cordiales de una lírica tropa de poemas triunfales!
A J. J. Soiza Reilly
Al astrólogo Ensueño, sus novias: las contáronle el secreto de unas cosas tan bellas que un ruiseñor lunático, que cantaba a las puso en sus sinfonías esas extrañas cosas.
Era un noble pronóstico, que, irradiaba su Verbo, como un límpido Oriente en gestación de soles. (Quizá una profecía de los magos geniales en blanca Epifanía)
Eran graves promesas. Era un coro de ästros que dejaba en la pauta sus luminosos rastros: Yo, en mi musa salvaje, los evoqué, y hablaron las estrellas con la voz de los
Y así ritmo un saludo. Si hallas la canción es porque cada estrofa tiene algo de que al corazón resguarda de la flecha la que, al clavarse, a veces se vuelve