Peter Pan (J.M. Barrie) Libros Clásicos

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El palo seguía allí y en él había colgado Starkey su sombrero, un encerado hondo e impermeable, de ala muy ancha. Peter metió los huevos en este sombrero y lo echó al agua. Flotaba perfectamente.
El ave de Nunca Jamás se dio cuenta al instante de lo que pretendía y le soltó un chillido de admiración y, ay, Peter graznó mostrando su acuerdo. Luego se metió en el nido, colocó en él el palo como un mástil y colgó su camisa como vela. En ese mismo momento el ave bajó volando hasta el sombrero y una vez más se posó confortablemente sobre sus huevos. Se fue a la deriva en una dirección y Peter se alejó flotando en otra, ambos soltando gritos de júbilo.
Por supuesto, cuando Peter llegó a tierra varó su embarcación en un lugar donde el ave pudiera encontrarla fácilmente, pero el sombrero funcionaba tan bien que ésta abandonó el nido. Éste fue flotando a la deriva hasta hacerse trizas y Starkey llegaba a menudo a la orilla de la laguna y, lleno de amargura, contemplaba al ave sentada en su sombrero. Como ya no volveremos a verla, puede que merezca la pena comentar que ahora todos los pájaros de Nunca Jamás construyen sus nidos de esa forma, con un ala ancha en la que toman el aire los polluelos.
Hubo gran alegría cuando Peter llegó a la casa subterránea casi tan pronto como Wendy, a quien la cometa había llevado de un lado a otro. Cada uno de los chicos tenía una aventura que contar, pero quizás la aventura más grande de todas fuera que se les había pasado con mucho la hora de irse a la cama.

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