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poblaciones; no se hallan vestigios de su antigua existencia.
El viajero Falb, con notable ligereza nos aseguró aquí, en una de sus
extrañas conferencias, que las [195] ruinas de Tiaguanaco eran un
monumento conmemoratorio del Diluvio, que todas las figuras derramaban
lágrimas, como en señal de dolor por ese hecho o cataclismo.
Sin duda que el señor Falb, al examinar las ruinas, usó especiales
antiparras, y ha visto lo que no existe. Ni en las cabezas de los
cuadritos indicados; ni en la cabeza de la grande figura central, ni en
las cabezas de otras figuras, como las de la entrada a la Iglesia de
Tiaguanaco se ven señaladas o indicadas las referidas lágrimas.
Los viajeros tienen equivocaciones muy notables; por ejemplo
D´Orbiguy asegura que el gran monolito de Tiaguanaco se hallaba caído y
derrumbado; lo asegura como cosa que él había visto; y sin embargo el
monolito se halla en pie, y jamás ha sido derrumbado.
Todos los viajeros, los cronistas o historiadores en la época de la
conquista y las tradiciones locales, concuerdan en que las notables ruinas
de Tiaguanaco, son obra de una época anterior a la de los Incas.
Cómo y cuándo se construyeron esos inmensos edificios; y que nación
los construyó, son misterios que jamás quizás se podrán aclarar.
La semejanza de esas fábricas a las de Méjico y Palenque etc., su
analogía con los antiguos Templos Fortalezas de Java etc., hacen creer,
que quizá en épocas muy remotas, tribus de esos países han tenido
correspondencia con los habitantes de la Alta Planicie de la América del
Sur; pero los comprobantes son escasos y tan oscuros, que sería muy