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Para los huéspedes, el tal hombre
no podía ser otro que don Telmo. Con esta sospecha se dedicaron a
espiar al viejo; pero él tenía buena nariz y lo notó al momento; viendo los
huéspedes lo infructuoso de sus tentativas, trataron de registrarle el
cuarto; ensayaron una porción de llaves, hasta abrir la puerta, y se
encontraron dentro con que no había más que un armario con un cerrojo
de seguridad formidable.
La vizcaína y Roberto, el estudiante rubio, rechazaron aquella
campaña de espionaje. El Superhombre, el cura, los comisionistas y las
mujeres de la casa inventaron que la vizcaína y el estudiante eran aliados
de don Telmo, y, probablemente, cómplices en el crimen de la calle de
La lucha por la vida I. La busca
Malasaña.
-Indudablemente -dijo el Superhombre-, don Telmo mató a doña Celsa
Nebot; la vizcaína fue la que regó el cadáver con petróleo y le pegó fuego,
y Roberto el que guardó las alhajas en la casa de la calle de Amaniel.
-¡Ese pájaro frito! -replicaba la Celia-. ¿Qué va hacer ése?
-Nada, nada; hay que seguirles la pista -dijo el cura.
-Y pedirle dinero al viejo Shylock -añadió el Superhombre.
Aquel espionaje, llevado entre bromas y veras, terminó en discusiones
y disputas, y, a consecuencia de ellas, se formaron dos grupos en la casa:
el de los sensatos, constituido por los tres criminales y la patrona, y el
de los insensatos, en donde se alistaban todos los demás.
Esta limitación de campos hizo que Roberto y don Telmo intimaran, y