Para leer al atardecer (Charles Dickens) Libros Clásicos

Página 6 de 13

De alguna manera se había
introducido en la casa, sin ser capaz de salir de nuevo, el aroma de los
naranjos de la amplia terraza trasera, y de los limones que maduraban en la
pared, y de algunos matorrales que crecían por alrededor de una fuente rota. En
todas las habitaciones había un olor a vejez, que había crecido con el
confinamiento. Penetraba en todos los armarios y cajones. En las pequeñas salas
de comunicación que había entre las habitaciones grandes, aquello resultaba
sofocante. Si dabas la vuelta a un cuadro, por volver al tema de los cuadros,
allí estaba ese olor, aferrándose a la pared detrás del marco, como una especie
de murciélago.
» Las persianas enrejadas estaban cerradas en toda la casa. Sólo vivían allí,
para atenderla, dos ancianas de aspecto horrible y cabellos grises; una de ellas
con un huso, sentada en el umbral dándole vueltas y murmurando, y que antes
habría dejado entrar al diablo que al aire. El amo, el ama, la bella Carolina y
yo recorrimos el palazzo. Yo fui el primero en entrar, aunque habría preferido
ser el último, abriendo las ventanas y persianas, y quitándome de encima las
gotas de lluvia, las manchas de argamasa, y de vez en cuando un mosquito
durmiente, o una monstruosa, gruesa y manchada araña genovesa.
» Cuando había encendido la luz en una habitación, entraban el amo, el ama y la
bella Carolina. Mirábamos entonces todos los cuadros, y pasaba yo a la
habitación siguiente. Secretamente el ama tenía un gran miedo a encontrarse con
un cuadro que se asemejara a aquel rostro... todos lo teníamos; pero no estaba.
La Madonna y el Niño, San Francisco, San Sebastián, Venus, Santa Catalina,
ángeles, bandidos, frailes, iglesias en el ocaso, batallas, caballos blancos,
bosques, apóstoles, dogos, todos mis antiguos conocidos tantas veces
repetidos... así es. Pero no había un hombre guapo y oscuro vestido de negro,
reservado y secreto, de cabellos negros y mostacho gris que mirara al ama desde
la oscuridad; ése, no existía.
» Después de haber pasado por todas las habitaciones, contemplando todos los
cuadros, salimos a los jardines. Estaban hermosamente cuidados, pues habían
contratado un jardinero, y eran grandes y sombríos. En un lugar había un teatro

Página 6 de 13
 

Paginas:


Compartir:




Diccionario: