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humeaban, el humo confundiendo. 93
Calle Lucano ahora donde habla
del mísero Sabello y de Nasidio, 95
y espere a oír aquello que describo. 96
Calle Ovidio de Cadmo y de Aretusa; 97
que si aquél en serpiente, en fuente a ésta
convirtió, poetizando, no le envidio; 99
que frente a frente dos naturalezas
no trasmutó, de modo que ambas formas
a cambiar dispusieran sus materias. 102
Se respondieron juntos de tal modo,
que en dos partió su cola la serpiente,
y el herido juntaba las dos hormas. 105
Las piernas con los muslos a sí mismos
tal se unieron, que a poco la juntura
de ninguna manera se veía. 108
Tomó la cola hendida la figura
que perdía aquel otro, y su pellejo
se hacía blando y el de aquélla, duro. 111
Vi los brazos entrar por las axilas,
y los pies de la fiera, que eran cortos,
tanto alargar como acortarse aquéllos. 114
Luego los pies de atrás, torcidos juntos, 115
el miembro hicieron que se oculta el hombre,
y el misero del suyo hizo dos patas. 117
Mientras el humo al uno y otro empaña
de color nuevo, y pelo hace crecer
por una parte y por la otra depila, 120
cayó el uno y el otro levantóse,
sin desviarse la mirada impía,
bajo la cual cambiaban sus hocicos. 123
El que era en pie lo trajo hacia las sienes,
y de mucha materia que allí había,
salió la oreja del carrillo liso; 126
lo que no fue detrás y se retuvo
de aquel sobrante, a la nariz dio forma,
y engrosó los dos labios, cual conviene. 129
El que yacía, el morro adelantaba,
y escondió en la cabeza las orejas,
como del caracol hacen los cuernos. 132
Y la lengua, que estaba unida y presta
para hablar antes, se partió; y la otra
partida, se cerró; y cesó ya el humo. 135
El alma que era en fiera convertida,