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algún peligro.
Yo le respondí:
-No tengas tú, señora, cuidado ni pena de esto; porque demás de yo no
preferir a mis placeres el convite de casa ajena, con mi presta vuelta te
quitaré de este miedo, y aun también no voy sin compañía, que mi espada
llevo debajo de mí, que es ayuda de mi salud.
Con esto me despedí y fui a la cena, donde hallamos otros convidados,
que, como aquélla era dueña principal y flor de la ciudad, el convite era
bien acompañado y suntuoso. Allí había las mesas ricas de cedro y de
marfil cubiertas con paños de brocado; muchas copas y tazas de diversas
formas, pero todas de muy gran precio; las unas eran de vidrio,
artificiosamente labrado, otras de cristal pintado, otras de plata y de oro
resplandeciente, otras de ámbar, maravillosamente cavado, y todas
adornadas de piedras preciosas, que ponían gana de beber; finalmente, que
todo lo que parece que no puede haber allí lo había; los pajes y servidores
de la mesa eran muchos y muy bien ataviados; los manjares eran en
abundancia y muy discretamente administrados; los pajes, en cabello y
vestidos hermosamente, traían aquellas copas hechas de piedras preciosas
con vino añejo, muy fino y mucho.
Ya traídas a la mesa velas encendidas, comenzó a crecer el hablar entre
los convidados y el burlar y reír y motejar unos de otros. Entonces Birrena
me preguntó, diciendo:
-¿Cómo te va en esta nuestra tierra? Que cierto, a cuanto yo puedo
saber, en templos y baños y otros edificios precedemos a todas las otras
ciudades. Además de esto, somos ricos de alhajas de casa. Aquí hay mucha
libertad y seguridad; hay grandes negociaciones y mercaderías, cuando
vienen mercaderes romanos; tanta seguridad y reposo para los extranjeros
como tendrían en su casa. Basta decir que somos el retiro y reposo de
placeres para todos los de otras provincias que aquí vienen.
A esto yo respondí:
-Por cierto, señora, dices verdad, que yo nunca me hallé más libre en
parte ninguna como aquí. Pero cierto, tengo miedo de las inevitables y
ciegas obscuridades del arte mágica, que he oído decir que aquí aun los
muertos no están seguros en sus sepulcros; porque de allí sacan y buscan