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Mistral se resigna, y con su voz musical y dulce,
llevando el compás de los versos con la mano, la
emprende con el canto primero:
De tina moza loca de amor,
Ahora que he dicho la triste aventura,
Cantaré, si Dios quiere, un hijo de Cassis,
Un pobrecito pescador de anchoas...
Fuera tocaban a vísperas las campanas, estalla-
ban los cohetes en la plaza, pasaban y repasaban pí-
C A R T A S D E M I M O L I N O
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fanos y tamboriles por las calles. Mugían los toros
de Camargue, que llevaban a lidiar.
De codos en el mantel, con lágrimas en los ojos,
escuché la historia del pescadorcillo provenzal.
Calendal no es más que un pescador; el amor lo
convierte en un héroe... Para conquistar el corazón
de su amada, la hermosa Estérelle, emprende cosas
milagrosas, y los doce trabajos de Hércules son na-
da en comparación de los suyos.
Una vez, habiéndosele puesto en la cabeza ha-
cerse rico, inventa formidables artes de pesca y se
trae al puerto todos los pescados del mar. Otra vez,
va a retar en su propio nido de águilas a un terrible
bandolero de las gargantas de Ollionles, el conde
Severan, entre sus matones y sus ganforras... ¡Vaya
un mozo de temple ese mocito Calendal! Un día se
encuentra en Sainte-Baume con dos partidas de ar-
tesanos que habían ido allí a solventar sus disputas a
fuerza de grandes golpes de compás, encima del se-
pulcro del maestro Yago, un provenzal que hizo la
armadura del templo de Salomón, sí solo llevan us-
tedes a mal. Calendal se arroja en medio de la carni-
cería y apacigua á los compañeros sólo con
hablarles...
A L F O N S O D A U D E T
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¡Empresas sobrehumanas!... Había allá arriba,
en las peñas de Lure, un bosque de cedros inaccesi-
bles, donde jamás leñador alguno se había atrevido
a subir.
Va Calendal allí y se queda treinta días entera-
mente solo. Durante treinta días, óyese el ruido de