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«Me he equivocado se dijo llorando; todos estos franceses son iguales.» Se pasó toda la noche pensando en volverse a París.
Al día siguiente, el aire de desprecio con que miraba a Alfredo no era fingido. Alfredo se picó; no volvió a prestar ninguna atención a Mina y pasó todas las veladas en «La Redoute». Sin proponérselo, seguía el mejor medio. Esta frialdad hizo olvidar a Mina el proyecto de regresar a París. «No corro ningún peligro cera de este hombreo, se dijo, y no habían transcurrido ocho días cuando sintió que le perdonaba aquella pequeña caída en el carácter francés. Alfredo, por su parte, se daba cuenca, por lo que le aburrían las grandes damas de «La Redoute», de que estaba más enamorado de lo que había creído. Pero se mantenía firme.
En realidad, le gustaba mirar a Mina a los ojos; le hablaba, pero no volvía a casa por las noches.
Mina sufrió mucho; casi sin darse cuenta, dejó de hacer con tanto cuidado, cada día, las manipulaciones destinada, a afearse. « ¿Es esto un sueño? pensaba Alfredo Aniken se está volviendo una de las mujeres más bellas que he conocido.» Una noche que volvió a casa por casualidad, se dejó llevar de, su amor y pidió perdón a Aniken por haberla tratado con locura.
Veía que me inspiraba usted un interés, que no he sentido por nadie le dijo; tuve miedo, quise curarme o reñir con usted, y desde entonces soy el hombre más desgraciado del mundo.
Ah, cuánto bien me hacen sus palabras! exclamó Mina, loca de felicidad.
Pasaron esta velada y las siguientes confesándose que se amaban locamente y prometiéndose ser siempre juiciosos.
El carácter de Alfredo no era propenso a hacerse ilusiones.
Sabía que los enamorados descubren singulares perfecciones en la persona amad:. Los tesoros de inteligencia y delicadeza que él des, cubra en Mina le convencieron de que estaba realmente enamorado. «;Es posible que esto sea una simple ilusión?», se preguntaba cada día, y comparaba lo que Mina le había dicho la víspera con lo que le decían las mujeres de la alta sociedad que veía en La Redouteu.