Mina de Vanghel (Stendhal) Libros Clásicos

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Pero ¿quién crea, criatura encantadora? No cree en modo alguno que seas la doncella de la señora Cramer.
Bueno, ¿quién quieres que sea? ¡Una actriz a quien le ha. tocado el primer premio de la lotería y ha querido pasar unos años de juventud en un mundo de hadas, o acaso una amancebada que, muerto su amante, ha querido cambiar de condición?
Aun cuando fuera eso o algo peor aún, si mañana supiera la muerte de madame de Larcay, pasado mañana te pediría en matrimonio.
Mina le abrazó frenética de alegría.
Soy Mina de Vanghel, a quien conociste en casa de madame de Cély. ¿Cómo no me has reconocido? ¡Ah, es que el amor es ciego! añadió riendo.
Grande fue la alegría de Alfredo al poder estimara Mina, pero la de Mina fue más íntima aún. Le faltaba a su felicidad no ocultar nada a su amigo. La persona que ama sufre cuando engaña al ser amado.
Pero la señorita de Vanghel habría hecho bien en no decir su nombre a monsieur de Larcay. Al cabo de unos meses, Mina observó en Alfredo un fondo de melancolía. Habían ido a pasar el invierno en Nápoles con un pasaporte en que figuraban como marido y mujer. Mina no le ocultaba ninguno de sus pensamientos, y a él le daba miedo el genio de Mina. Ella pensó que él añoraba París y le pidió de rodillas que fuera a pasar allí un mes. Alfredo le juró que no lo deseaba. Pero seguía melancólico.
Voy a jugarme la felicidad de mi vida le dijo un día Mina; pero tu melancolía es más fuerte que mis resoluciones.
Alfredo no comprendía lo que Mina quería decir, pero le dio una alegría loca cuando le dijo llévame a Torre del Greco.
Mina creyó adivinar la causa del fondo de tristeza que había observado en Alfredo desde que ella era completamente suya. Pero, enloquecida de felicidad y de amor, olvidó todas sus ideas. «La muerte y mil muertes que llegaran mañana se decía serían poca cosa para pagar lo que estoy viviendo desde que Alfredo se batió.

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