Página 47 de 158
Era hermosa has ta dejarlo de sobra. Ineluso su delgadez era una gracia.
Yo la contemplaba arrobado.
Apenas puedo explicar lo que me ocurría. Me sentía lleno de indulgencia hacia su vida, lleno de admiración por su belleza. La prueba de desinterés que daba no aceptando a un hombre joven, elegante y rico, dispuesto a arruinarse por ella, excusaba a mis ojos todas sus faltas pasadas.
Había en aquella mujer algo como una especie de candor.
Se veía que aún estaba en la virginidad del vicio. Su paso seguro, su talle flexible, las ventanillas de su nariz rosadas y abiertas, sus grandes ojos ligeramente circundados de azul, denotaban una de eras naturalezas ardientes que esparcen a su alrededor un perfume de voluptuosidad, como esos &ascos de Oriente que, por bien cerrados que es tén, dejan escapar el perfume del licor que contienen.
En fin, fuera por naturaleza, fuera consecuencia de su estado enfermizo, de cuando en cuando pasaban por los ojos de aquella mujer destellos de deseo, cuya expansión hubiera sido una revelación del cielo para quien ella hubiera amado. Pero los que habían amado a Marguerite ya no podían contarse, y los que ella había amado no podían contarse todavía.
En una palabra, en aquella chica se reconocía a la virgen a quien una pequeñez había convertido en cortesana, y a la cortesana a quien una pequeñez hubiera convertido en la virgen más amorosa y más pura. Todavía quedaba en Marguerite orgullo e independencia: dos sentimientos que, heridos, son capaces de hacer lo que el pudor. Yo no decía nada; mi alma parecía haberse pasado totalmente a nü corazón y mi corazón a mis ojos.
––¿Así que ––prosiguió ella de pronto–– es usted el que venía a preguntar por mí cuando estaba enferma?
––Sí.
––Eso es algo muy hermoso, ¿sabe? ¿Y qué puedo hacer yo para agradecérselo?
––Permitirme venir a verla de cuando en cuando.
––Siempre que usted quiera, de cinco a seis de la tarde y de once a dote de la noche. Oiga, Gaston, tóqueme la Invitacíón al vals.
––¿Por qué?
––Primero, porque tengo ese gusto, y luego, porque no consigo tocarla sola.
––¿Qué es lo que le results complicado?
––La tercera parte, el fragmento en sostenido.
Gaston se levantó, se puso al piano y comenzó la maravillosa melodía de Weber, cuya partitura estaba abierta sobre el atril.