Los amores (Ovidio) Libros Clásicos

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Ojalá las funestas olas hubiesen devorado la nave de Argos, para que nadie en adelante bogase con los remos por el piélago extendido. He aquí que huyendo del lecho que tan bien conoce Y los Penates domésticos, Corina se lanza a sus falaces derroteros. ¡Ay, desgraciada de mí!, por tu causa habré de temer el Euro y el Céfiro, el frío Bóreas y el templado Noto. Allí no admirarás ricas ciudades ni amenas selvas; la vista del mar cerúleo y pérfido es lo que te aguarda. En medio del Ponto no tropezarás las conchas de nácar ni las pintadas pedrezuelas que esmaltan la húmeda arena de la playa, y los blancos pies de las hermosas pisan con seguridad completa; mas el resto del camino ofrece graves peligros. Otros os cuenten las batallas de los vientos, los mares que infestan Escila y Caribdis, y las violentas acometidas de las rocas que dominan los montes Ceraunios, en qué puntos se ocultan las Sirtes y en qué sitio el promontorio de Malea, que otros os lo refieran, y prestad crédito a sus relatos; ninguna tempestad amenaza al que los cree. Tarde vuelve a tierra el que suelta las amarras y lanza su barco a toda vela por la inmensa llanura. El navegante, lleno de zozobra, ve tan próxima la muerte como el agua al rugir de los contrarios vientos. ¿Qué será de ti si Tritón exaspera el hirviente oleaje? ¡Cómo la palidez se pintará en tu rostro! Entonces invocarás a los vástagos generosos de la fecunda Leda, y gritarás: «¡Feliz el que vive en la tierra natal!» Es más grato frecuentar el lecho, leer libros que interesen y pulsar con los dedos la lira de Tracia. Mas si la furia del huracán ha de llevarse mis vanas quejas, al menos que Galatea se muestre pro­picia a tu navegación. Nereidas, y tú, padre de todas ellas, la muerte de joven tan encantadota se os im­putaría como un crimen. Parte acompañada de mi recuerdo, y vuelve con próspero viento cuyas impetuosas ráfagas hinchen tus velas. Que el gran Nereo empuje las olas sobre estas riberas; que los vientos soplen hacia aquí, y hacia aquí el flujo impela las aguas.

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