El castillo de lindabridis (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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cortés aplauso en un pecho
que labró amor de diamante,
dad licencia a un caballero
que, cortesano del mar,
que, ciudadano del viento,
batió, hasta llegar a verte,
las alas de sus deseos.
Sagrado voto de amor...
(¡Mejor dijera de celos!) Aparte
...a su templo me trae, donde
rendido, humilde y sujeto
os sacrifico en sus aras
un alma y mil pensamientos;
y aun son pocos, cuando a vos
os adoro y os respeto
por ídolo de su altar,
por imagen de su templo.
No sé si el voto cumplí,
hermoso encanto, con esto;
pues quien va a cumplir un voto
se suele tener por cierto
que va a dejar las prisiones,
y yo por prisiones vengo.
El príncipe Claridiano
soy, de Trinacria heredero;
mis vasallos son el Etna
el Volcán y el Mongibelo.
¿Veis cuánto fuego os he dicho?
Pues muy poco os lo encarezco;
que es bien que un príncipe amante
vasallos tenga de fuego.
Para creencia los traigo
conmigo, el Etna en el pecho,
el Mongibelo en el alma,
y el Volcán en el aliento.
Dad, pues, licencia a que escriba
con el buril de este acero
mi nombre; no porque entienda
que, galán, valiente y cuerdo,
pueda merecer, señora,
de esa hermosura el imperio,
sino porque entienda sólo
que morir amando puedo;
pues yo, con morir amando,
cumpliré con mis afectos.
Mirad a cuán poco aspiro,
mirad cuán poco me atrevo,
pues licencia de morir
os pido de cumplimiento.
Y ésta sólo porque diga
en mi sepulcro un letrero,
"Aquí yace aquel amante
que quiso morir primero
que ver al dueño que amó
en los brazos de otro dueño."
Y es verdad--pues a estorbarlo
desde la Trinacria vengo--
que si tengo de morir
de estorbarlo o de saberlo,
mejor será de estorbarlo;
que es muy cobarde o muy necio

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