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Capitán. ¡Qué confuso!
Leogario. ¡Qué turbado! 2860
Can. 1º. A todos da los brazos.
Ludovico. En mí serán prisiones, que no lazos.
Polonia, pues te veo,
ya mi perdón de tus piedades creo;
y tú, Filipo, advierte 2865
que un ángel te ha librado de la muerte
dos noches que he querido
matarte; que perdones mi error pido.
Y dejadme que, huyendo
de mí, me esconda el centro; así pretendo 2870
retirarme del mundo,
que quien vio lo que yo, con causa fundo
que ha de vivir penando.
Can. 1º. Pues de parte de Dios, Enio, te mando
que digas lo que has visto. 2875
Ludovico. A tan santo precepto no resisto,
y porque al mundo asombre,
y no viva en pecado muerto el hombre,
y a mis voces despierte,
mi relación, grave concurso, advierte: 2880
Después de las prevenciones,
tan justas y tan solenes,
como para tanto caso
se piden y se requieren,
y después que yo de todos, 2885
con fe y ánimo valiente,
para entrar en esa cueva
me despedí tiernamente,
puse mi espíritu en Dios,
y repitiendo mil veces 2890
las misteriosas palabras
de que en los infiernos temen,
pisé luego sus umbrales,
y esperando a que me cierren
la puerta, estuve algún rato. 2895
Cerráronla al fin, y halléme
en noche obscura, negado
a la luz tan tristemente
que cerré los ojos yo,
propio afecto del que quiere 2900
ver en las obscuridades,
y, con ellos desta suerte,
andado fui hasta tocar
la pared que estaba enfrente,
y, siguiéndome por ella, 2905
como hasta cosa de veinte
pasos, encontré unas peñas,
y advertí que, por la breve
rotura de la pared,
entraba dudosamente 2910
una luz que no era luz,
como a las auroras suele
el crepúsculo dudar
si amanece o no amanece.
Sobre mano izquierda entré, 2915
siguiendo con pasos leves
una senda, y al fin della