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con que, a aquella luz escasa
que la queda, no conozca
que tú seas el que pasa?
CÉSAR: Sí; y el disfraz ha de ser...
TEODORO: ¿Qué?
CÉSAR: Que a la dama de guarda
que duerme allí, quitaré...
Dentro
VOZ: ¡César!
CÉSAR: Mi madre me llama.
TEODORO: Responde, porque no entienda
de nuestro secreto nada.
CÉSAR: Pues adiós.
TEODORO: ¿En qué quedamos?
CÉSAR: En que saldré, aunque me haga
injuria el disfraz que pienso.
TEODORO: Antes viene bien la traza,
para que no te conozcan,
aunque en tus alcances vayan.
CÉSAR: Pues espérame; y adiós.
TEODORO: En vela mi amor te aguarda.
CÉSAR: ¡Oh quiera el cielo que logre
mi amor por ti esta esperanza!
TEODORO: ¡Oh quiera el cielo que vuelva
por ti yo a gozar mi patria!
Vanse. Salen SERAFINA, LAURA y
CLORI
LAURA: Ya que tus melancolías
te traen al campo, señora,
no llores con el aurora,
pues hay alba con quien rías.
SERAFINA: Mal de las tristezas mías
el pesar podrá aliviar
risa o llanto.
CLORI: Eso es mostrar
que no hay ni puede haber
a quien dé vida el placer,
si a ti te mata el pesar.
SERAFINA: ¿Por qué?
CLORI: Porque, si tu estrella,
señora, a verte ha llegado
tan ilustre por tu estado,
por tu perfección tan bella,
y tú formas queja della,
¿quién con la suya estará
contenta?
SERAFINA: Más que me da
mi estrella, Clori, me quita
quien hacerme solicita
certamen de amor; y ya
que apuras mi sentimiento,
¿qué importa que celebrada
viva en mi estado, adorada
de uno y otro pensamiento,
si al interés sólo atento
vino a servirme el más fino,
siendo el estado de Ursino
la dama que adora fiel,
pues cuando estaba sin él
ninguno a mis ojos vino?
¿Por qué ha de pensar, me di,