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más hermosa, más perfecta
desmelenada que no
melenada su belleza.
BEATRIZ: ¿Eso tenemos ahora?
VICENTE: Pues ¿y bien? ¿De qué te pesa
a ti?
BEATRIZ: De que, habiendo amor,
es preciso que tú seas
el "correveidile" de él;
y como vayas y vengas,
Elvira, que, a lo que he visto,
es su secretaria, es fuerza
que no pierda sus derechos.
VICENTE: ¡Ay, Beatriz, y si tú vieras,
como yo, a la tal Elvira,
qué pocos celos te diera
su hermosura!
BEATRIZ: Pues ¿por qué?
VICENTE: Porque es la sierpe lernea
en carne humana. Ella estaba,
como ya tan tarde era
y no esperaba visita,
quitada la cabellera.
BEATRIZ: [¿Cómo?] ¿Quitada?
VICENTE: A cercén.
BEATRIZ: Luego ¿es calva?
VICENTE: Calvatruena.
Fuera de esto, no tenía
tan cabal como debiera
del estuche de la boca
la necesaria herramienta.
BEATRIZ: ¿Aquella moza tan moza,
dientes postizos?
VICENTE: Aquélla,
sin otras cosas que callo;
que no es de hombres de mis prendas
hablar mal de las mujeres,
ni han de perder por mi lengua
las doncellas su remedio.
Pero mi amo, como deja
ya en la carroza a don Mendo,
aquí vuelve.
BEATRIZ: Adiós te queda.
(¡Miren quién de aquella cara Aparte
tales defectos creyera!
¡Qué bien dicen que es la noche
el toque de las bellezas!)
Vase BEATRIZ. Sale don LOPE HIJO
LOPE HIJO: Vicente, ¿por dicha has visto
en alguna desas rejas
a Violante?
VICENTE: No, señor;
ni pienso que, aunque la viera,
la conociera yo ahora.
LOPE HIJO: Como tuya es la respuesta.
VICENTE: De lo que a mí no me incumbe
no hago memoria; que fuera
ser la memoria local.
LOPE HIJO: ¿Posible es que olvidar puedas
haberla visto el cabello,
desmarañando las trenzas,
dar al aire golfos de oro,
tan al revés de otras selvas