El cordero de Isaias (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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Esta provincia de Gaza, 495 cuyas elevadas peñas, templos de la idolatría, en los términos se asientan de Etiopia y Palestina, son la más precisa senda 500 de su viaje; y si tú (que hay delitos que no llega a cometer el Demonio, sin que con él los cometa el humano ser), si tú, 505 (vuelvo a decir) con la fuerza de los dos dulces encantos de tu voz y tu belleza le embarazas el camino, yo, como tú le diviertas, 510 perdido en los laberintos de su intrincada maleza podré con la piel del lobo, a tu sombra y mi cautela, amparado de la noche, 515 siempre a mis hurtos expuesta, irle robando el rebaño en que por más culto lleva acompañado el cordero, hasta que su candor sea 520 ensangrentado destrozo de mis garras y mis presas. Para esto te invoco, y pues Israel tu nombre afrenta con el de supersticiosa, 525 de mágica y hechicera, buena ocasión se te ofrece: véngate de sus ofensas, veamos si este sacrificio, por ahora impedido, cesa 530 en su intermedio y nos da ya en dogmáticos problemas, ya en apóstatas cuestiones, medios contra la fineza, que en la Pascua del Cordero 535 y en la noche de la Cena, (del Levítico pasando las cruentas hostias della, a una pacífica hostia de pan y vino incruenta) 540 Cristo dejó instituida, negándola la asistencia de que en pan y vino el hombre, gusano de polvo y tierra, caribe de Dios le coma, 545 caribe de Dios le beba, recibiendo en vino y pan su carne y su sangre mesma.
PITONISA No solo atenta, Lucero, pero absorta, más que atenta, 550 te he escuchado, de tu saña tan cómplice, que resuelta, porque las voces no ajen méritos a la obediencia, la respuesta que he de darte 555 será no darte respuesta; y más a tiempo que está tan próxima la experiencia, que de esquilas y balidos se escuchan los ecos cerca.

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