La dama y el duende (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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entre el placer y el pesar
extremos, aprende a amar
o enseñarme a aborrecer.
Enséñame tú rigores;
yo te enseñaré finezas.
Enséñame tú asperezas;
yo te enseñaré favores.
Tú desprecios y yo amores,
tú olvido y yo firme sé;
aunque es mejor, porque dé
gloria al Amor, siendo dios,
que olvides tú por los dos
que yo por los dos querré.
BEATRIZ: Tan cortesmente os quejáis
que aunque agradecer quisiera
vuestras penas, no lo hiciera
sólo porque las digáis.
LUIS: Como tan mal me tratáis,
el idioma del desdén
aprendí.
BEATRIZ: Pues ése es bien
que digáis, que en caso tal
hará soledad le mal
a quien le dice también.

Detiénela


LUIS: Oye, si acaso te vengas
y padezcamos los dos.
BEATRIZ: No he de escucharos. ¡Por Dios,
amiga, que le detengas.

Vase


ÁNGELA: ¿Que tan poco valor tengas
que esto quieras oír y ver?
LUIS: Ay hermana, ¿qué he de hacer?
ÁNGELA: Dar tus penas al olvido;
que querer aborrecido
es morir y no querer.

Vase [ÁNGELA] con ISABEL


LUIS: Quejoso, ¿cómo podré
olvidarla? ¡Que es error!
Dile que me haga un favor
y obligado olvidaré.
Ofendido no, porque
el más prudente, el más sabio,
da su sentimiento al labio.
Si olvidarse el favor suele,
es porque el favor no duele
de la suerte que el agravio.

Sale RODRIGO


RODRIGO: ¿De dónde vienes?
LUIS: No sé.
RODRIGO: Triste parece que estás.
¿La causa no me dirás?
LUIS: Con doña Beatriz hablé.
RODRIGO: No digas más, ya se ve
en ti lo que respondió.
Pero, ¿dónde está? Que yo
no la he visto.
LUIS: La tirana
es huéspeda de mi hermana
unos días, porque no
me falte un enfado así

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