A secreto agravio, secreta venganza (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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unas memorias se ven.
Una esmeralda que había,
me hurtaron en el camino,
por el color, imagino,
que perfecto le tenía.
Estaba con un zafiro;
mas la esmeralda llevaron
solamente, y me dejaron
esta azul piedra que miro;
y así dije en mis desvelos:
«¿Cómo con tanta venganza
me llevasteis la esperanza
para dejarme los celos?»
Si gusta vuestra belleza,
descubriré, por más glorias,
el corazón, las memorias,
el amor y la firmeza.
D. BERNARDINO. El mercader es discreto.
¡Qué bien a las joyas bellas,
para dar gusto de vellas,
las fue aplicando su efeto!
DOÑA LEONOR. Aunque vuestras joyas son
tales como encarecéis,
para mostrarlas habéis
llegado a mala ocasión.
Y yo, en ver su hermoso alarde,
contento hubiera tenido,
si antes hubierais venido;
pero habéis venido tarde.
¿Qué se dijera de mi,
si cuando casada estoy,
si cuando esperando estoy
a mi noble esposo, aquí
pusiera, no mi tristeza,
sino mi imaginación
en ver ese corazón,
ese amor y esa firmeza?
No los mostréis; que no es bien
que, tan sin tiempo miradas
agora, desestimadas
memorias vuestras estén.
Y tomad vuestro diamante;
que ya sé que pierdo en él
una luz hermosa y fiel,
al mismo sol semejante.
No culpéis la condición
que en mí tan esquiva hallasteis;
culpaos a vos, que llegasteis
sin tiempo y sin ocasión.
(Ruido dentro).

MANRIQUE. (Mirando dentro.) Ya don Lope mi señor
llega.
DON LUIS. (Ap.) ¿Habrá en desdicha igual
mal que compita a mi mal,
ni dolor a mi dolor?
DOÑA LEONOR. (Ap.) ¡Qué veneno!
DONLUIS. (Ap.) ¡Qué crueldad!
D.

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