A secreto agravio, secreta venganza (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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»¿Que te olvide pretendes? ¿Cómo puedo
»despreciado olvidar y aborrecido?
»¿No ha de quejarse del dolor el labio?
»Quiéreme tú; que si obligado quedo,
»yo olvidaré después, favorecido;
»que el bien puede olvidarse, no el agravio.»
SIRENA. ¿Lloras, leyendo el papel?
Son, en fin, pasadas glorias.
DOÑA LEONOR. Lloro unas tristes memorias
que vienen vivas en él.
SIRENA. Quien bien quiere, tarde olvida.
DOÑA LEONOR. Como el que muerte me dio
está presente, brotó
reciente sangre la herida.
Este hombre ha de obligarme,
con seguirme y ofenderme,
a matarme y a perderme
(que aun fuera menos matarme),
si no se ausenta de aquí.
SIRENA. Pues tú lo puedes hacer.
DOÑA LEONOR. ¿Cómo?
SIRENA. Oyéndole, que él dice
que en oyéndole una vez,
se ausentará de Lisboa.
DOÑA LEONOR. ¿Cómo, Sirena, podré?
Que a trueco de que se vaya,
imposibles sabré hacer.
¿Cómo vendrá?
SIRENA. Escucha atenta:
Ahora es el anochecer,
que es la hora más segura,
porque ni temprano es
para que a un hombre conozcan,
ni tarde para temer
que la vecindad lo note.
De mi señor, ya tú ves
que nunca viene a esta hora.
Don Luis, no dudo que esté
en la calle; podrá entrar
a esta sala, donde habléis
los dos, y entonces podrás
decirle tu parecer.
Óyele lo que dijere,
y obre fortuna después.
DOÑA LEONOR. Tan fácilmente lo dices,
que no le dejas que hacer
al temor, ni aun al honor
que dudar ni que temer.
Ve ya por don Luis. (Vase Sirena.)

Escena X
DOÑA LEONOR. Amor,
aunque en la ocasión esté,
soy quien soy, vencerme puedo.
No es liviandad, honra es
la que a esta ocasión me puso;
ella me ha de defender;
que cuando ella me faltara,
quedara yo, que también
supiera darme la muerte,

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