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captar su benevolencia.
PEDRO: ¡Perdiendo, Beatriz, el vicio,
bien enmendada te veo!
BEATRIZ: ¡Por tu anticipata...!
PEDRO: Creo
que hoy me has de quitar el juicio.
Vanse. Salen don ALONSO y MOSCATEL
ALONSO: ¿Eso la pícara dijo?
MOSCATEL: De tu amor tan ofendida,
como si fuera hija Inés
del Preste Juan de las Indias,
"Decid" dijo, "a vuestro dueño
que de mi valor no vista,
que soy grande para dama,
y para esposa soy chica."
ALONSO: Eso a reyes de comedia
no hay condesa que no diga
de Amalfi, Mantua o Milán,
mas no las de Picardía.
Si a mí se me diera algo,
fuera la historia muy linda,
porque no hay cosa que tanto
me canse y me dé mohina
como ver una fregona
que a lo dama se resista.
¡Válgate el diablo, picaña!
¿Cómo no tienes a dicha
que te hable un hombre que al fin
trae una camisa limpia?
MOSCATEL: Señor, cada ropa blanca
su semejante codicia.
ALONSO: Y ¿qué te pasó con Celia?
MOSCATEL: Estaba a su celosía
asomada, y aun borracha,
pues dijo por qué no ibas
a verla, y esto, señor,
en juicio no lo diría,
porque ¿cómo has de ir a verla,
si ya la viste ha tres días?
ALONSO: Mi firmeza me destruye,
porque todas imaginan,
siendo galán al quitar,
que lo he de ser de por vida.
Pues mejor es lo que a mí
me ha pasado; como iba
en un coche doña Clara,
llamóme, lleguéme a oírla,
y díjome que a la tarde
(¡ahí es una niñería!)
le enviase veinte varas
de lama, porque quería
hacer en mi nombre una
pollera, y a media risa
pregunté de qué color.
Respondió que de la mía,
y así al propósito hice
de repente esta quintilla:
"De mi color, bien mi amor