Página 16 de 21
Agachado junto al umbral de la puerta examinaba con la máxima atención el objeto que el hombre había sacado de la casa. Se trataba de un busto de Napoleón, igual al que habíamos visto por la mañana, y roto en fragmentos similares. Con mucho cuidado, Holmes acercó a la luz cada pedazo, pero éstos en nada se diferenciaban de cualquier otro trozo de escayola rota. Acababa de terminar su inspección cuando se encendieron las luces del vestíbulo, se abrió la puerta, y apareció en el umbral el dueño de la casa, un hombre grueso y jovial en mangas de camisa.
-El señor Josiah Brown, supongo -dijo Holmes.
-Sí, señor; y usted, sin duda, es Sherlock Holmes. Recibí la carta que me envió por mensajero, e hice exactamente lo que usted me indicaba. Cerramos todas las puertas por dentro y aguardamos a ver qué ocurría. Vaya, me alegra comprobar que han agarrado a ese granuja. Supongo, caballeros, que entrarán a tomar algo.
Pero Lestrade estaba ansioso por poner a su hombre a buen recaudo, así que a los pocos minutos habíamos hecho venir a nuestro coche y los cuatro íbamos camino de Londres. Nuestro cautivo no dijo una sola palabra; se limitó a mirarnos con furia desde la sombra de sus desgreñados cabellos, y una vez que mi mano le pareció a su alcance, le lanzó un mordisco como un lobo hambriento. Nos quedamos en la comisaría el tiempo suficiente para enterarnos de que, al registrar sus ropas, no se había encontrado nada más que unos pocos chelines y una enorme navaja, en cuyas cachas se veían abundantes huellas de sangre reciente.
-Esto va bien -dijo Lestrade al despedirnos-. Hill conoce a toda esta gente y sabrá cómo se llama. Ya verá usted cómo mi teoría de la Mafia resulta cierta. Pero, desde luego, le estoy agradecidísimo, señor Holmes, por la manera tan profesional con que le ha echado el guante. Todavía no lo comprendo bien todo.
-Me temo que es muy tarde para explicaciones -dijo Holmes-. Además, aún quedan uno o dos detalles por aclarar, y este es uno de los casos que vale la pena apurar hasta el final. Si se pasa una vez más por mis aposentos mañana a las seis, creo que podré demostrarle que aún no ha captado usted todo el significado de este asunto, que presenta algunos aspectos que lo convierten en un caso absolutamente original en la historia del crimen.