La aventura de Peter el Negro (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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-Son ustedes policías, ¿verdad? -dijo-. Y creen que estoy complicado en la muerte del capitán Peter Carey. Les aseguro que soy inocente.
-Eso ya lo veremos -dijo Hopkins-. En primer lugar, ¿cómo se llama usted?
-John Hopley Neligan.
Vi que Holmes y Hopkins intercambiaban una rápida mirada.
-¿Qué está usted haciendo aquí?
-¿Puedo hablar confidencialmente?
-No, desde luego que no.
-¿Y por qué iba a decírselo?
-Si no tiene respuesta, puede pasarlo muy mal en el juicio. El joven se estremeció.
-Está bien, se lo diré. ¿Por qué no habría de hacerlo? Aunque me repugna la idea de que el viejo escándalo vuelva a salir a la luz. ¿Han oído hablar de Dawson & Neligan?
Por la expresión de Hopkins, me di cuenta de que él conocía el nombre; pero Holmes mostró un vivo interés.
-¿Se refiere usted a los banqueros del West Country? -dijo-. Se declararon en quiebra dejando a deber un millón, arruinando a la mitad de las familias del condado de Cornualles, y Neligan desapareció.
-Exacto. Neligan era mi padre.
Por fin estábamos llegando a algo concreto, aunque todavía parecía existir un largo trecho de distancia entre un banquero fugitivo y el capitán Peter Carey, clavado a la pared con uno de sus propios arpones. Todos escuchamos con la máxima atención las palabras del joven.
-Mi padre era el verdadero responsable. Dawson estaba ya retirado. Yo sólo tenía diez años por entonces, pero era lo bastante mayor para sentir la vergüenza y el horror del asunto. Siempre se ha dicho que mi padre robó todas las acciones y huyó, pero no es verdad. El creía que si le daban tiempo para negociarlas todo iría bien y se podría pagar a todos los acreedores. Zarpó rumbo a Noruega en su yatecito justo antes de que se dictara su orden de detención. Aún me acuerdo de aquella última noche, cuando se despidió de mi madre. Nos dejó una lista de valores que se llevaba y juró que regresaría con su honor reparado y que ninguno de los que habían confiado en él saldría perjudicado. Pero ya no se volvió a saber nada de él. Tanto él como el yate desaparecieron por completo. Mi madre y yo creímos que ambos estaban en el fondo del mar, junto con las acciones que se había llevado. Sin embargo, teníamos un amigo de confianza que se dedica a los negocios y que descubrió hace algún tiempo que algunos de los valores que se llevó mi padre habían reaparecido en el mercado de Londres.

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