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»-Si habla de esto, nosotros lo sabremos -dijo-. Poseemos medios propios de información. Ahora le espera el coche; mi amigo el señor Latimer cuidará de acompañarle.
»Atravesé con rapidez el vestíbulo y subí de nuevo al vehículo, obteniendo otra vez aquella visión momentánea de unos árboles y un jardín. El señor Latimer, que me seguía pisándome los talones, ocupó el asiento opuesto al mío sin decir palabra. En silencio, cubrimos nuevamente una distancia interminable, con las ventanas cerradas, hasta que por fin, poco después de la medianoche, se detuvo el carruaje.
»-Bajará aquí, señor Melas -dijo mi acompañante-. Siento dejarle tan lejos de su casa, pero no hay otra alternativa. Cualquier intento por su parte de seguir al coche, terminaría mal para usted.
»Abrió la puerta mientras hablaba y apenas tuve tiempo para apearme, cuando el cochero propinó un latigazo al caballo y el carruaje se alejó. Miré a mi alrededor lleno de asombro. Me encontraba en una especie de campo cubierto de brezos, moteado aquí y allá por oscuros matorrales de aulaga. A lo lejos, se extendía una hilera de casas con alguna que otra luz en las ventanas superiores. Al otro lado vi las lámparas rojas de señalización de un ferrocarril.
»El carruaje que me había conducido hasta allí ya se había perdido de vista. Seguí mirando a mi alrededor y preguntándome dónde podía estar, cuando vi que alguien se acercaba a mí en la oscuridad. Al cruzarse conmigo, observé que era un mozo de estación.
»-¿Puede decirme qué lugar es éste? -pregunté. »-Wandswort
Common -me contestó. »-¿Pued
tomar un tren que me lleve a la ciudad
»-Si camina cosa de una milla, hasta Clapham Junction -me sugirió-, llegará justo a
tiempo para tomar el último tren con destino a la estación Victoria.
»Y éste fue el final de mi aventura, señor Holmes. No sé dónde estuve ni con quién hablé, ni nada más aparte de todo lo que le he contado. Pero sí sé que ocurre allí un feo asunto y quiero auxiliar a aquel desdichado, si me es posible. A la mañana siguiente relaté toda la historia al señor Mycroft Holmes y posteriormente a la policía.
Seguimos todos sentados y en silencio durante un buen rato, después de escuchar tan
extraordinaria narración. Finalmente, Sherlock miró a su hermano. -¿Alguna medida? -le preguntó. Mycroft tomó el Daily News que había sobre una mesa lateral.