El problema final (Arthur Conan Doyle) Libros Clásicos

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Fue un viaje precioso, con el delicado verde primaveral en la llanura y la virginal blancura invernal en lo alto de las montañas; pero yo me daba perfecta cuenta de que Holmes no olvidaba ni siquiera un solo instante la sombra que le perseguía. Puedo incluso decir, por su manera de escrutar con una rápida mirada las caras con que nos cruzábamos, que él parecía estar convencido de que, estuviéramos donde estuviéramos, ya fuera en los hogareños pueblecitos alpinos como en el solitario puerto de montaña, no podíamos pasear libres del peligro que nos iba siguiendo los pasos.
En una ocasión recuerdo que nos encontrábamos paseando, tras atravesar el puerto de Gemmi, a orillas del melancólico Daubensee, cuando una gran roca que se había desprendido de las crestas que se levantaban a nuestra derecha cayó, rodando estrepitosamente, al lago justo detrás de donde estábamos nosotros. En un momento Holmes se subió a la cresta y, de pie en un elevado pináculo, estiraba el cuello en todas las direcciones. De nada le sirvió a nuestro guía el asegurarle que el desprendimiento de rocas era algo bastante común en aquel lugar en primavera. No dijo nada, pero me sonrió con la cara del hombre que acaba de ver el cumplimiento de lo que estaba esperando.
Y, sin embargo, a pesar de toda esta vigilancia no se deprimió nunca. Por el contrario, no recuerdo haberle visto nunca de tan buen humor. Una y otra vez volvía al hecho de que, si pudiera estar seguro de que la sociedad estaba libre del profesor Moriarty, con sumo gusto daría por concluida su carrera.
-Creo que puedo decir sin estar muy desencaminado, Watson, que no he vivido completamente en vano -observó en una ocasión-. Si mi historial se cerrara esta noche no dejaría de ser ecuánime al examinarlo. El aire de Londres es más dulce con mi
4 «Comedor». (En francés en el original.)

presencia. En más de mil casos nunca he utilizado mis facultades en beneficio del mal. Últimamente me está tentando el investigar los problemas que nos proporciona la Naturaleza más que aquellos más superficiales de lo que es responsable nuestro artificial estado de sociedad. Sus Memorias llegarán a su punto final, Watson, el día en el que yo corone mi carrera con la captura o extinción del criminal más peligroso y competente de Europa.
Seré breve, pero exacto, en lo poco que me queda por contar.

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