Las Mujercitas se casan (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

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-También hay demanda de whisky, pero no creo que ni a usted ni a mí nos gustase venderlo. Si esa gente respetable de que usted me habla supiese el daño que hace no creería que la vida se la gana honradamente. No tener derecho a poner veneno en los caramelos y dejar que los coman los pequeños. No, preferirían barrer barro en la calle que hacer este cosa.
El señor Bhaer habló con calor y fue hasta la chimenea arrugando el diario con la mano.
-¡Ojalá pudiese hacer lo mismo con todo el resto! -murmuró el profesor entre dientes cuando volvía a su asiento con aire de alivio.
Jo pensó en la llamarada que habría hecho el montón de papeles que guardaba arriba, y en ese minuto su dinero tan difícilmente ganado le pesó en la conciencia. Luego pensó para sí: "Los míos no son así... son tontos pero nunca malos, así que no voy a preocuparme." Y to­mando de nuevo el libro, dijo con expresión de niña estudiosa:
-¿Quiere que continuemos, señor? Le prometo portarme bien y estar correcta ahora.
-Lo esperaré así -fue todo lo que él dijo; pero significaba mucho más.
En cuanto llegó a su cuarto sacó la pila de diarios y volvió a leer muy atentamente cada palabra de sus relatos. El señor Bhaer usaba anteojos y Jo se los había probado un día, sonriendo al ver cómo magnificaban la letra chica del libro; ahora le parecía tener puestos los anteojos del profesor, pero los anteojos morales y mentales, pues las fallas de estos relatos relumbraban ante ella de un modo horrible y la llenaban de desazón.
-¡Ya lo creo que son tonterías, y si sigo así pronto van a ser algo peor! Cada cuento es más malo que el anterior y he ido ciegamente lastimándome a mí misma y a otras personas. ¡Y por dinero! No sé lo que haría si los vieran en casa o si cayeran en manos del señor Bhaer.
Jo se sonrojó a la sola idea de que eso ocurriese y metió todo el paquete de papel en la

estufa. ¡Casi incendia la chimenea con la fogata!
Cuando nada quedó de su trabajo de tres meses, más que un montón de cenizas y el dinero en su bolso, Jo se puso muy seriamente a pensar qué debía hacer con sus ganancias.

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