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Estas razones no me han persuadido y las he hallado más fáciles de ser dadas que admitidas, pero no dependía de mí y me he sometido. Sólo me he reservado el derecho de protestar y declarar que no era éste mi dictamen; así lo hago. En cuanto al mérito que esta obra pueda tener, acaso no me toca hablar, pues no debe influir mi opinión en la de nadie. Sin embargo, los que antes de empezar una lectura gustan saber lo que deben esperar, esos, digo, pueden ver mi dictamen; los otros harán mejor en pasar desde luego a la obra misma; ya saben de ello lo bastante.
Lo que puedo decir por ahora es que si mi opinión ha sido, como convengo, la de publicar estas cartas, estoy, sin embargo, lejos de esperar que agraden; y no se tome esta confesión, sincera de parte mía, como modestia afectada de un autor, porque con igual franqueza declaro que si esta colección no me hubiese parecido digna de presentarse al público, no me hubiera ocupado de ella. Procuremos conciliar esta aparente contradicción.
El mérito de una obra se compone de su utilidad, o del agrado que procura, o de ambas cosas, cuando es capaz de reunirlas: pero el gustar (que no prueba siempre el mérito), a menudo depende más de la elección del asunto que de la ejecución, del conjunto de los objetos que presenta más que del modo con que son tratados. Ahora, pues, como esta colección contiene, según lo anuncia su título, las cartas de los individuos de una sociedad, reina en ellas una diversidad de intereses que disminuye el del lector. Además, como todos los sentimientos que en ellas se expresan son fingidos o disimulados, no pueden excitar sino un interés de mera curiosidad (muy inferior siempre al de la realidad), el cual, sobre todo, inclina menos a la indulgencia y deja tanto más percibir las faltas que se hallan en el pormenor, cuanto éste se opone sin cesar al único deseo que se quiere satisfacer.
Estas faltas se hallan tal vez compensadas en parte con una calidad propia de la naturaleza de la obra: la variedad de los estilos, mérito que un autor consigue con dificultad, pero que en el presente caso se ofrecía naturalmente, y que, por lo menos, libra del fastidio de la uniformidad. Mucha gente podrá aún, ante cualquier detalle, hacer una cantidad bastante grande de observaciones, novedosas o poco conocidas, que se encuentran esparcidas en estas cartas.