Las amistades peligrosas (Choderlos de Laclos) Libros Clásicos

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Sepa, no obstante, que la señorita Volanges ha hecho ya una conquista. El joven Danceny está loco por ella. Ha cantado con ella y en efecto, canta mejor que regularmente lo hacen las colegialas. Deben ensayar muchos dúos y creo que con gusto se pondría ella al unísono; pero Danceny es un niño que perderá el tiempo en galanteos y no acabará nada. La muchacha por su parte es bastante espantadiza y, de cualquier modo, todo esto será mucho menos divertido que lo hubiera sido en manos de usted; así es que estoy enfadada y el caballero será reñido seguramente cuando llegue. Le vendrá bien mostrar dulzura, porque en este momento nada me costaría dejarlo. Estoy segura de que si ahora me diera por romper con él se desesperaría y nada me divierte más que un amante desesperado. Me llamaría pérfida y esta palabra me ha dado siempre mucho gusto. Después de la palabra cruel es la más dulce para el oído de una mujer y la que cuesta menos merecer. Seriamente voy a ocuparme de esta ruptura; vea, sin embargo, de lo que usted es causa. Por eso lo echo sobre su conciencia. Adiós; recomiéndeme a las oraciones de su presidenta.
París, 7 de agosto de 17...

CARTA VI
EL VIZCONDE DE VALMONT A LA MARQUESA DE MERTEUIL
¡Con que no ha de haber una mujer que no abuse del imperio que ha sabido tomar! ¿Y usted misma, a quien he llamado tantas veces mi indulgente amiga, cesa ya de serlo y me ataca en lo que más aprecio? ¡Cómo pinta usted a la señora de Tourvel! ¿Qué hombre no hubiera dado su vida por castigar semejante atrevimiento? ¿A qué otra mujer no le hubiera valido a lo menos una desvergüenza? Por Dios, no me exponga a pruebas tan terribles, porque no respondo de poderlas sostener. En nombre de la amistad le pido que aguarde a que haya logrado a esta mujer para murmurar de ella. ¿No sabe que sólo el placer tiene el derecho de arrancar la venda del amor? Pero, ¿qué digo? ¿La presidenta de Tourvel tiene acaso necesidad de hacer ilusión? No: para ser adorable le basta ser ella misma. Le echa usted en cara que se viste mal. Lo creo, porque todo adorno le daña y todo lo que la oculta la desfigura. En el abandono del negligé es cuando más encanta.

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