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estado de debilidad a que se hallaba reducida. Alvarado se adelantó
arrojadamente para empezar el ataque, mas los soldados de los dos bandos
se negaron a combatir, y se mezclaron los unos con los otros, conversando
como antiguos camaradas. La mayor parte de ellos eran oriundos de
Extremadura, y los había en las dos huestes que estaban unidos por lazos
de parentesco o de amistad. El licenciado Coldera se apresuró a terminar
una reconciliación tan felizmente por la casualidad comenzada; sirvió de
intermediario entre ambos partidos, y después de algunas pláticas terminó
con [84] satisfacción de todos en amistosas paces lo que amenazaba ser
comienzo de una guerra civil.
A consecuencia del tratado que siguió a aquella avenencia, Alvarado
se obligaba a salir de la provincia de Quito y a dirigir sus armas hacia
el sur: convínose igualmente en que Alvarado, Pizarro y Almagro obrarían
de concierto y partirían entre sí las ganancias de sus conquistas futuras.
Tales eran las cláusulas públicas; mas existía un artículo secreto, que no
se creyó prudente divulgar por el temor de excitar el descontento de los
soldados de Alvarado, y era el que Almagro pagaría a este jefe cien mil
pesos en pago de su retirada.
Después de este arreglo Alvarado permitió a sus soldados que
quisieron hacerlo, el que pasasen al servicio de Pizarro, y además
manifestó deseos de tener una entrevista con el gobernador, tanto para
felicitar al que había sido su antiguo compañero de armas, como para
conocer el país sometido a los españoles. Pizarro sin embargo, aunque
satisfecho de aquel resultado, gracias al cual una expedición que parecía
deber arruinarle había contribuido por el contrario a aumentar sus
fuerzas, veía no sin inquietud a un rival tan temible prolongar su
permanencia en el país. Temía que si Alvarado entraba en Cuzco la vista de
las riquezas que encerraba no le hiciese cambiar de resolución; por lo que
diose prisa en reunir la suma prometida, que [85] Almagro no había podido
pagar, y dejando el mando de Cuzco a sus hermanos, se trasladó a
Pachacamac para aguardar allí a Alvarado, que llegó a los pocos días.
Ya fuese por política, o que en realidad estimase el carácter del
afamado capitán que había sido su compañero de armas, Pizarro no empleó en