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De hecho, no pocas tabernas recibían el nombre de batallas en que había participado el conde Brass, así como el de los cuatro héroes que habían servido al Bastón Rúnico. Una taberna se llamaba «La Campaña Magiar», mientras otra se autodenominaba «La Batalla de Cannes». Entre otras, se contaban «El Fuerte de Balancia», «Nueve quedaron en pie» y «La Bandera Empapada de Sangre», todas referidas a hazañas del conde Brass. Czernik, si no se había desplomado de bruces en alguna cuneta, estaría en alguna de ellas.
Hawkmoon entró en la más cercana, «El Amuleto Rojo» (llamada así por la mítica joya que en otro tiempo había colgado de su cuello), y encontró el lugar lleno de soldados, a muchos de los cuales reconoció. Todos estaban bastante borrachos, y sujetaban enormes jarras de vino y cerveza. Casi todos tenían cicatrices en la cara o los miembros. Sus risas eran ásperas, aunque no ruidosas. Tan sólo sus cánticos eran ensordecedores. Su compañía agradó a Hawkmoon, que saludó a muchos de los que conocía. Se acercó a un eslavo manco (que también había servido bajo las órdenes del conde Brass) y le saludó con auténtico placer.
-¡Josef Vedla! Buenas noches, capitán. ¿Cómo va todo?
Vedla parpadeó y trató de sonreír.
-Buenas noches, mi señor. Hace muchos meses que no se os veía por nuestras tabernas.
Bajó la vista y concentró su atención en el contenido de su copa.
-¿Queréis compartir conmigo un pellejo de vino joven? Me han dicho que este año es singularmente bueno. Tal vez algunos de nuestros viejos amigos querrán...
-No, gracias, mi señor. -Vedla se levantó-. Ya he bebido bastante.
Se ciñó la capa torpemente con su única mano.
Hawkmoon se dejó de rodeos.
-Josef Vedla, ¿creéis que Czernik se encontró al conde Brass en los marjales?
-Debo irme.
Vedla se encaminó hacia la puerta.
-Alto, capitán Vedla.
Vedla se detuvo, a regañadientes, y se volvió con lentitud hacia Hawkmoon.
-¿Creéis que el conde Brass dijo que yo había traicionado nuestra causa, que tendí una trampa al conde?
-Si sólo se tratara de Czernik, no lo creería. Chochea y sólo se acuerda de su juventud, cuando cabalgaba con el conde Brass. Tal vez no creería a ningún veterano, dijera lo que dijera... Todos lamentamos todavía la pérdida del conde Brass y nos gustaría tenerle de vuelta entre nosotros.
-Y yo también.
Vedla suspiró.
-Os creo, mi señor, aunque pocos lo hacen ya. La mayoría dudan, al menos...
-¿Quién más ha visto a este fantasma?
-Varios mercaderes, que regresaban de noche por las carreteras del pantano. Un cazador de toros.