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Las probabilidades en su contra habían aumentado en gran número pero no podía utilizarse de nuevo el cañón flamígero, pues debía llenarse otra vez con la sustancia que le servía de combustible, y esta sustancia tenía que manipularse con mucho cuidado. Además, se tardaba mucho tiempo en introducirla, gota a gota, en los depósitos. Los encargados del cañón volvieron a toda prisa a la plaza y desaparecieron en los edificios.
Un espeso silencio descendió sobre Virithorm
Luego, hacia el oeste, se escuchó el batir de unos cascos. El sol que se filtraba entre las hojas se reflejó en máscaras enjoyadas y en brillantes armaduras.
-Es Kalan y un destacamento del Imperio Oscuro -gritó Katinka van Bak desde un árbol situado a unos cien metros-. También tienen cañones flamígeros.
La máscara de serpiente del barón Kalan centelléo cuando se internó a gran velocidad por la amplia avenida. De las casas surgieron rayos de luz roJa, disparados por las lanzas flamígeras que aún quedaban. Dio la impresión de que varios rayos atravesaban el cuerpo de Kalan sin hacerle el menor daño. Ilian pensó que sus ojos la engañaban. Ni siquiera un hechicero podía ser inmune a los rayos mortíferos.
No obstante, otros cayeron antes de que sus compañeros tuvieran tiempo de responder al fuego. Dispararon al azar sus armas contra las casas y una red de rayos rubí se dibujó en el aire.
Kalan continuó avanzando sin vacilación hacia la plaza. Espoleó a su caballo hasta que brotó sangre de sus flancos.
Kalan reía. Era una risa que Ilian conocía muy bien. Al principio, no consiguió localizarla, pero luego recordó que no se diferenciaba en mucho de las carcajadas que ella había lanzado durante la batalla del día anterior.
Kalan entró en la plaza. Sus carcajadas se convirtieron en un aullido de rabia cuando vio los restos de la gran mansión.
-¡Mis laboratorios!
Desmontó del caballo y se acercó a las ruinas. Miró a su alrededor indiferente a los peligros que pudieran acecharle, mientras detrás de él sus hombres libraban una encanizada batalla contra los guerreros de Ilian, que habían salido de las casas y luchaban cuerpo a cuerpo.
Ilian le miró. Estaba fascinada. ¿Qué buscaba?
Dos guerreros de Ilian se separaron del grueso del grupo y cargaron contra Kalan. Este se volvió al oírles, volvió a reír y desenvainó la espada. Las risas despertaban ecos ominosos en el yelmo de serpiente.
-Dejadme en paz -conminó a los guerreros-. No podéis hacerme
daño.
Ilian contuvo la respiración. Vio que un guerrero atravesaba a Kalan con la espada. Vio que la punta salía por la espalda del hechicero.