Asesinato en Mesopotamia (Agatha Christie) Libros Clásicos

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hombres cuyos pasaportes estarían completamente en regla.
El capitán le favoreció con una mirada penetrante.
- De manera que eso hizo, ¿verdad? Dos hombres... ¿verdad?
Poirot asintió.

- Dos hombres son los que están complicados en esto.
- Me sorprende, monsieur Poirot, que haya estado reservándose tantas cosas.
El detective sacudió la cabeza.
- No - dijo -. Eso no es cierto. Comprendí la verdad de lo ocurrido esta misma
mañana, cuando contemplaba la salida del sol. Una salida de sol magnífica.
No creo que ninguno de nosotros se percatara de que la señora Mercado había
entrado en la habitación. Debió hacerlo cuando nos quedamos suspensos ante la vista
de aquella horrible piedra manchada de sangre.
Pero entonces, sin avisar, la mujer lanzó un chillido parecido al de un cerdo cuando
lo degüellan.
- ¡Oh, Dios mío! - exclamó -. Ahora lo comprendo. Ahora lo comprendo todo. Fue el
padre Lavigny. Está loco... es un fanático religioso. Cree que las mujeres están llenas
de pecado. Y las mata a todas. Primero la señora Leidner... después, la señorita
Johnson. ¡La próxima vez seré yo...!
Dando un alarido frenético cruzó precipitadamente la habitación y se cogió
desesperada y frenética a la chaqueta del doctor Reilly.
- ¡No quiero quedarme aquí! No quiero quedarme aquí ni un día más. Esto es
peligroso. Nos está acechando el peligro. Está escondido en algún sitio... esperando la
ocasión. ¡Saltará sobre mí!
Abrió la boca de nuevo y volvió a chillar.
Me dirigí apresuradamente hacia donde estaba el médico, que la había cogido por
las muñecas. Di dos buenas bofetadas a la señora Mercado; entre el doctor Reilly y yo
la hicimos sentar en una silla. Los dos procuramos calmarla.
- Nadie la va a matar - dije -. Ya cuidaremos todos de que no ocurra nada de eso.
Siéntese y pórtese bien.
No volvió a chillar. Cerró la boca y se quedó sentada, mirándome con ojos de
expresión sobresaltada y estupefacta.
Luego se produjo otra interrupción. Se abrió la puerta y entró Sheila Reilly.
Su cara estaba pálida y tenía un aspecto grave. Fue directamente hacia Poirot.

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