Página 191 de 200
ésta pudiera delatarlo. Otra persona le dio a entender que conocía su secreto; y
después fue eliminada.
"Con aquello todo quedaba explicado. El segundo asesinato. La huida del padre
Lavigny... sin hábitos ni barba. Su amigo y él estarán seguramente, a estas horas,
atravesando Siria con dos excelentes pasaportes, como dos comerciantes. Hasta
quedaba explicada su acción de colocar la ensangrentada piedra bajo la cama de la
señorita Johnson.
"Como dije, estaba casi satisfecho con aquello... pero no del todo, pues la solución
perfecta debía explicarla mejor aún... y ésta no alcanzaba a ello.
"No explicaba, por ejemplo, la causa de que la señorita Johnson dijera: "La
ventana... la ventana...", cuando agonizaba. No explicaba su actitud en la azotea... su
horror y su negativa a decirle a la enfermera Leatheran qué era lo que sospechaba o
sabía.
"Era una solución que cuadraba con los hechos aparentes, pero no satisfacía los
requisitos psicológicos.
"Y entonces, mientras estaba en la azotea pensando en aquellos tres puntos: en los
anónimos, en lo que vio la señorita Johnson y en la ventana, todo se aclaró ante mí...
"¡Lo que vi en aquel momento lo explicaba todo!
CAPÍTULO XXVIII
El término del viaje
Poirot miró a su alrededor. Todos los ojos estaban fijos en él. Un momento antes se
había notado una especie de relajación, como si la tensión disminuyera. Pero ahora, de
pronto, pareció volver a dominar entre nosotros.
Se acercaba algo...
La voz de Poirot, sosegada e inconmovible, prosiguió:
- Los anónimos, la azotea, la ventana... Sí, todo quedaba explicado... todo ajustaba
en el lugar correspondiente.
"Dije antes que sólo tres personas tenían una coartada en el momento en que
ocurrió el asesinato. Dos de ellas, como he demostrado, no tenían ningún valor.
Entonces comprendí mi equivocación. La tercera carecía también de valor. No sólo
pudo cometer el doctor Leidner el crimen, sino que estoy convencido de que él fue el
autor.
Se produjo un silencio originado por el estupor y la incredulidad. El doctor Leidner
no dijo nada. Parecía estar todavía ausente. David Emmott, sin embargo, se movió en
su silla y habló: