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Entra GLOSTER y criados con antorchsa.
GLOSTER
Bueno, Edmond, ¿dónde está el infame?
EDMOND
Estaba aquí, en la oscuridad, espada en mano,
musitando maleficios, invocando
el valimiento de la luna.
GLOSTER
Pero, ¿dónde está?
EDMOND
Mirad, señor, estoy sangrando.
GLOSTER
¿Dónde está el infame, Edmond?
EDMOND
Huyó por ahí, señor, al ver que no podía...
GLOSTER
¡Perseguidle! ¡Corred tras él!
[Salen los criados.]
«Al ver que no podía», ¿qué?
EDMOND
Convencerme de que os asesinara.
Le dije que los dioses vengadores
lanzan rayos contra todo parricida;
le hablé de los vínculos múltiples y fuertes
que ligan al hijo con el padre; en suma,
al ver que me oponía con aversión
a propósito tan antinatural, él,
con feroz estocada, arremetió
contra mi cuerpo indefenso, hiriéndome el brazo.
Mas, al verme con el ánimo alertado,
reaccionando en defensa de lo justo,
o tal vez espantado por el ruido que yo hacía,
de pronto salió huyendo.
GLOSTER
Que huya bien lejos. En esta tierra
no tiene donde seguir en libertad;
y si le hallan, morirá. El noble duque,
mi señor y gran patrón, llega esta noche.
Con su autoridad anunciaré
que será recompensado quien encuentre
y entregue a la horca al cobarde asesino;
y a quien le encubra, muerte.
EDMOND
Intentaba apartarle de su plan, mas al verle
dispuesto a ejecutarlo, con ásperas palabras
le amenacé con delatarle. Me contestó:
«¡Bastardo pordiosero! ¿Te imaginas
que, si yo afirmase lo contrario,
tu crédito, mérito o valer bastarían
para dar fe de tus palabras? No: cuanto niegue
(y esto he de negarlo aunque lo muestres
escrito con mi letra), lo achacaré
a tu intriga, instigación, y maniobra.
Muy boba tendría que ser la gente
para no ver que el beneficio de mi muerte
es un incentivo claro y poderoso
para que quieras matarme.»
GLOSTER
¡Ah, infame cruel y empedernido!