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¡Benditos tus ojos, te sangran!
GLOSTER
¿Conoces el camino de Dover?
EDGAR
El de herradura y la senda, con sus puertas y barreras.
Al pobre Tom se le va la cabeza del miedo. ¡Los dioses
te guardarán del Maligno, hijo de bien!*
GLOSTER
Aquí tienes mi bolsa; tú, humillado
por los golpes y males de los cielos.
Junto a mi desgracia, tú quedas mejor. ––
¡Dioses, obrad siempre así! ¡Que el hombre
atiborrado y opulento, que avasalla
vuestras leyes, que no ve porque no siente,
no tarde en sentir vuestro poder!
Que la distribución anule lo superfluo
y todos tengan suficiente. –– ¿Conoces Dover?
EDGAR
Sí, amo.
GLOSTER
Hay allí un acantilado, cuya cumbre
se inclina intimidante sobre el mar encerrado .
Llévame hasta el borde, que yo aliviaré
la miseria que soportas con algo valioso.
Desde allí no hará falta que me guíen.
EDGAR
Apóyate en mí. El pobre Tom te llevará.
Salen.
IV.ii Entran GONERIL y [EDMOND, el] bastardo.
GONERIL
Bienvenido, señor. Me asombra que mi plácido esposo no salieera a nuestro encuentro.
Entra [OSWALD, el] mayordomo.
¿Dónde está tu señor?
OSWALD
Dentro, señora; pero está desconocido.
Le hablé del ejército que ha desembarcado
y sonrió. Le dije que veníais.
Contestó: «Tanto peor». Cuando le informé
de la traición de Gloster y la lealtad de su hijo,
me llamó idiota y me dijo que entendía
las cosas al revés. Lo que debe disgustarle,
le agrada, y lo que debe gustarle, le ofende.
GONERIL [a EDMOND)
Entonces no sigas adelante.
Su espíritu cobarde y apocado no le deja
emprender ninguna acción: si ha de responder,
nunca se ofende. Lo que planeábamos
por el camino, puede realizarse. Edmond,
vuelve con mi cuñado. Apresura la recluta
y manda sus fuerzas. Yo tengo que hacer
un cambio de armas y dejar la rueca
en manos de mi esposo.