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Cuidado, Ofelia, ten cuidado, hermana mía;
mantente en retaguardia del cariño,
no te expongas al peligro del deseo.
La más recatada se prodiga
si a la luna revela su belleza.
Ni la virtud escapa a la calumnia.
El gusano estraga los renuevos
antes que florezcan, y en la aurora
y el fresco rocío de nuestros años
es cuando las plagas más corrompen.
Guárdate; el temor es la mejor defensa:
la sangre joven, sin tentarla, se subleva.
OFELIA
El sentido de tu buena lección
será el guardián de mi pecho. Mas, hermano,
no me enseñes, como el mal sacerdote,
la espinosa pendiente del cielo
mientras tú, cual fatuo libertino,
sigues la senda florida del placer
y no tus propios consejos.
LAERTES
No temas por mí.
Entra POLONIO.
Me estoy demorando. Aquí está nuestro padre.
Doble bendición es doble fortuna:
feliz ocasión para otra despedida.
POLONIO
¿Aún aquí, Laertes? ¡Por Dios, a bordo, a bordo!
El viento ya ha hinchado tus velas, y están
esperándote. Llévate mi bendición
y graba en tu memoria estos principios:
no le prestes lengua al pensamiento,
ni lo pongas por obra si es impropio.
Sé sociable, pero no con todos.
Al amigo que te pruebe su amistad
sujétalo al alma con aros de acero,
pero no embotes tu mano agasajando
al primer conocido que te llegue.
Guárdate de riñas, pero, si peleas,
haz que tu adversario se guarde de ti.
A todos presta oídos; tu voz, a pocos.
Escucha el juicio de todos, y guárdate el tuyo.
Viste cuan fino permita tu bolsa,
mas no estrafalario; elegante, no chillón,
pues el traje suele revelar al hombre,
y los franceses de rango y calidad
son de suma distinción a este respecto.
Ni tomes ni des prestado, pues dando
se suele perder préstamo y amigo,
y tomando se vicia la buena economía.