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nieve, y no podrás evitar la calumnia. Vete a un convento, anda, adiós. O si es que
has de casarte, cásate con un tonto, pues el listo sabe bien los cuernos que ponéis, A
un convento, vamos, deprisa. Adiós.
OFELIA
¡Santos del cielo, curadle!
HAMLET
Sé muy bien lo de vuestros afeites. Dios os da una cara y vosotras os hacéis otra.
Andáis a saltitos o pausado, gangueando bautizáis todo lo creado, y hacéis pasar por
inocencia vuestros dengues. Muy bien, se acabó; me ha vuelto loco. Ya no habrá más
matrimonios. De los que ya están casados vivirán todos menos uno. Los demás, que
sigan como están. ¡A un convento, vamos!
Sale.
OFELIA
¡Ah, qué noble inteligencia destruida!
Del cortesano, él sabio y el soldado,
el ojo, la lengua, la espada. Esperanza y flor
de nuestro reino, espejo de elegancia
y modelo de conducta, blanco de observantes,
y ahora destrozado. Y yo, la mujer más abatida,
que gozó de la miel de sus promesas,
veo ese noble y soberano entendimiento
destemplado cual campanas que disuenan,
esa estampa sin par de perfecta juventud
perdida en el delirio. ¡Pobre de mí!
Tener que ver esto, y no lo que vi.
Entran el REY y POLONIO.
REY
¿Amor? No, por ahí no se encamina
y, aunque fuera algo confuso, lo que ha dicho
no es indicio de locura. Algo lleva en el alma
que su melancolía está incubando
y temo que al romperse el cascarón
habrá peligro. Para evitarlo,
como medida inmediata he decidido
que parta sin demora hacia Inglaterra
a reclamar el tributo que nos debe.
Quizá la travesía, el cambio de país
y de escenario consigan arrancarle
de su pecho la inquietud tan arraigada,
que no deja reposo a su cerebro
y le saca de sí mismo. ¿Qué os parece?
POLONIO
Le hará bien. Aunque yo sigo creyendo
que la causa y fundamento de su mal