Página 6 de 79
BENVOLIO
No, primo; más bien lloro.
ROMEO
¿Por qué, noble alma?
BENVOLIO
Porque en tu alma hay dolor.
ROMEO
Así es el pecado del amor:
mi propio pesar, que tanto me angustia,
tú ahora lo agrandas, puesto que lo turbas
con el tuyo propio. Ese amor que muestras
añade congoja a la que me supera.
El amor es humo, soplo de suspiros:
se esfuma, y es fuego en ojos que aman;
refrénalo, y crece como un mar de lágrimas.
¿Qué cosa es, si no? Locura juiciosa,
amargor que asfixia, dulzor que conforta.
Adiós, primo mío.
BENVOLIO
Voy contigo, espera;
injusto serás si ahora me dejas.
ROMEO
¡Bah! Yo no estoy aquí, y me hallo perdido.
Romeo no es este: está en otro sitio.
BENVOLIO
Habla en serio y dime quién es la que amas.
ROMEO
¡Ah! ¿Quieres oírme gemir?
BENVOLIO
¿Gemir? No: quiero que digas en serio quién es.
ROMEO
Pídele al enfermo que haga testamento;
para quien tanto lo está, es un mal momento.
En serio, primo, amo a una mujer.
BENVOLIO
Por ahí apuntaba yo cuando supe que amabas.
ROMEO
¡Buen tirador! Y la que amo es hermosa.
BENVOLIO
Si el blanco es hermoso, antes se acierta.
ROMEO
Ahí has fallado: Cupido no la alcanza
con sus flechas; es prudente cual Diana:
su casta coraza la protege tanto
que del niño Amor no la hechiza el arco.
No puede asediarla el discurso amoroso,
ni cede al ataque de ojos que asaltan,
ni recoge el oro que tienta hasta a un santo.
En belleza es rica y su sola pobreza
está en que, a su muerte, muere su riqueza.
BENVOLIO
¿Así que ha jurado vivir siempre casta?
ROMEO
Sí, y con ese ahorro todo lo malgasta:
matando lo bello por severidad
priva de hermosura a la posteridad.
Al ser tan prudente con esa belleza