Don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes Saavedra) Libros Clásicos

Página 79 de 838


Así que, Panza amigo, no me repliques más, sino, como ya te he dicho,
levántate lo mejor que pudieres y ponme de la manera que más te agradare
encima de tu jumento, y vamos de aquí antes que la noche venga y nos saltee
en este despoblado.
-Pues yo he oído decir a vuestra merced -dijo Panza- que es muy de
caballeros andantes el dormir en los páramos y desiertos lo más del año, y
que lo tienen a mucha ventura.
-Eso es -dijo don Quijote- cuando no pueden más, o cuando están enamorados;
y es tan verdad esto, que ha habido caballero que se ha estado sobre una
peña, al sol y a la sombra, y a las inclemencias del cielo, dos años, sin
que lo supiese su señora. Y uno déstos fue Amadís, cuando, llamándose
Beltenebros, se alojó en la Peña Pobre, ni sé si ocho años o ocho meses,
que no estoy muy bien en la cuenta: basta que él estuvo allí haciendo
penitencia, por no sé qué sinsabor que le hizo la señora Oriana. Pero
dejemos ya esto, Sancho, y acaba, antes que suceda otra desgracia al
jumento, como a Rocinante.
-Aun ahí sería el diablo -dijo Sancho.
Y, despidiendo treinta ayes, y sesenta sospiros, y ciento y veinte pésetes
y reniegos de quien allí le había traído, se levantó, quedándose agobiado
en la mitad del camino, como arco turquesco, sin poder acabar de
enderezarse; y con todo este trabajo aparejó su asno, que también había
andado algo destraído con la demasiada libertad de aquel día. Levantó luego
a Rocinante, el cual, si tuviera lengua con que quejarse, a buen seguro que
Sancho ni su amo no le fueran en zaga.
En resolución, Sancho acomodó a don Quijote sobre el asno y puso de reata a
Rocinante; y, llevando al asno de cabestro, se encaminó, poco más a menos,
hacia donde le pareció que podía estar el camino real. Y la suerte, que sus
cosas de bien en mejor iba guiando, aún no hubo andado una pequeña legua,
cuando le deparó el camino, en el cual descubrió una venta que, a pesar
suyo y gusto de don Quijote, había de ser castillo. Porfiaba Sancho que era
venta, y su amo que no, sino castillo; y tanto duró la porfía, que tuvieron
lugar, sin acabarla, de llegar a ella, en la cual Sancho se entró, sin más
averiguación, con toda su recua.


Capítulo XVI. De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él
imaginaba ser castillo

El ventero, que vio a don Quijote atravesado en el asno, preguntó a Sancho
qué mal traía. Sancho le respondió que no era nada, sino que había dado una

Página 79 de 838
 


Grupo de Paginas:                                     

Compartir:




Diccionario: