Misas herejes (Evaristo Carriego) Libros Clásicos

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Quizás hubo una frase sugestiva, o viera una intención tu perspicacia, pues tu serenidad llena de gracia fingió una rebelión despreciativa...
Y, así, en tu vanidad, por la impaciente condena de un orgullo intransigente, mi rojo heraldo de amatorios credos
Mereció, por su símbolo atrevido, como un apóstol o como un bandido la guillotina de tus nobles dedos.



Revelación
Lujosamente bella y exquisita, con aire de gitana tentadora, llegaste, adelantándote a la hora, rodeada de misterios a la cita.
El salón reservado oyó la cuita
de una cálida noche pecadora, y al amor de tu carne ofrendadora reventaron las yemas de Afrodita.
Fue en esa breve noche de locuras, propicia al Floreäl de tus ternuras,
que, cual glóbulos de ansias pasionales,
tu sangre delictuosa de bohemia infiltró en el cansancio de mi anemia ¡el ardor de los fuertes ideäles!

Tus manos Me obsedan tus manos exangües y finas, ¡tus manos! puñales de heridas ajenas, cuando en el teclado predicen, en notas, las inapelables deseadas condenas...
Tus manos, amores de nardos y rosas, cuya Histeria tiene sangre de pasiones, como aquellas suaves que guardan ocultas en venas azules sombrías traiciones.
Como las nerviosas manos de mi amada, que, en largas teorías de gestos cordiales, devotas del dulce crimen amatorio, ¡degüellan mis mansos corderos pascuales!


Exótica
Tiene un rico sabor de canela
el encanto andaluz que derrama
ese hermoso donaire flamenco,
que trajiste del barrio de Triana.
-En su patio de sol, vio Sevilla
adornarse por ti las guitarras,
hoscos ceños de majos celosos

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