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Como tantas otras veces, pero ya nunca más.
Había traído nueces para los chicos así como la hora exacta para Wendy.
-Pero, los estás malcriando, ¿sabes? -dijo Wendy con la baba caída.
-Sí, mujer -dijo Peter, colgando su rifle.
-Fui yo quien le dijo que a las madres se las llama mujer -le susurró Michael a Rizos.
-Quiero quejarme de Michael -dijo Rizos al instante. El primer gemelo se acercó a Peter.
-Papá, queremos bailar.
-Pues baila, baila, jovencito -dijo Peter, que estaba de muy buen humor.
-Pero queremos que tú bailes.
En realidad Peter era el mejor bailarín de todos ellos, pero fingió escandalizarse.
-¡Yo! Pero si ya no estoy para esos trotes.
-Y mamá también.
-¡Cómo! -exclamó Wendy-. ¡Yo, madre de toda esta caterva de chiquillos, que me ponga a bailar!
-Pero en un sábado por la noche... -insinuó Presuntuoso.
En realidad no era sábado por la noche, aunque podría haberlo sido, ya que hacía tiempo que habían perdido la cuenta de los días, pero siempre que querían hacer algo especial decían que era sábado por la noche y entonces lo hacían.
-Claro, que es sábado por la noche, Peter -dijo Wendy, cediendo.
-Unas personas de nuestra posición, Wendy.
-Pero es sólo delante de nuestra propia prole.
-Cierto, cierto.
Así que se les dio permiso para bailar, aunque primero debían ponerse el pijama.
-Bueno, mujer -le dijo Peter a Wendy en un aparte, calentándose junto al fuego y contemplándola mientras ella remendaba un talón-, no hay nada más agradable para ti y para mí por la noche, cuando las faenas del día han acabado, que descansar junto al fuego con los pequeños cerca.
-Es bonito, Peter, ¿verdad? -dijo Wendy, enormemente complacida-.