Riquezas peruanas: colección de artículos descriptivos escritos para La Tribuna (Modesto Basadre y Chocano) Libros Clásicos

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A remolque llevamos una gran lancha
tripulada por ocho diestros marineros, y con abundantes provisiones, etc.
Salimos de Guayaquil como a las cinco de la tarde, y a bordo nos
encontramos con gran número de pasajeros que se dirigían a Babahoyo,
Samborondon, etc., muchos pasaban a Quito y pueblos del tránsito.
La noche era fresca y entoldada; y habiendo a bordo una banda de
música, algunos pasajeros en el acto formaron un baile, acompañado en los
intervalos con algunas canciones. Pasamos una noche deliciosa; el vapor
navegaba en algunos puntos tocando a los árboles, que orlaban las riberas
del río, y esos árboles, en mil figuras fantásticas, cubiertos de
abundantísimas lucernas (noctiluza) producían sobre mi alma sensaciones
las más gratas. Parecía trasportado a esos campos encantados de que nos
hablan los autores de cuentos de hadas; y lentamente sentía como si el
alma abandonara mi cuerpo, y se trasportara a lejanas y desconocidas
regiones; vivía como encantado sobre apartada parte de la cubierta,
envuelto en ilusiones; pero la triste realidad me sacó de mis ensueños;
dos borrachos armaron sangrienta gresca por una de esas morenas hijas de
Eva, que iban a bordo. Felizmente, en esos momentos llegábamos a la
desembocadura del río Yaguachi, y desembarcábamos en una especie de casa
flotante, que servía de hospedaje a los pasajeros. Esta se hallaba
construida sobre una gran cantidad de grandes palos flotantes, en figura
de una gran balsa, y poseía bastantes comodidades para pasar allí la
noche. Mis compañeros siguieron bailando sobre la [219] balsa con algunos
pasajeros y niñas de la casa, mientras yo tomaba un grato descanso y

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