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Los tuvieron en la Tierra, allá en el Siglo Segundo Preatómico. Y después de que Venus se separase de la Primera Federación, antes de que se organizara la Segunda Federación.
-Le interesa la historia? preguntó Rathmore.
-Como pasatiempo. Todos los hombres espaciales tienen pasatiempos. Hay muy poco trabajo en una nave del hiperespacio; el aburrimiento es el peor enemigo. Mi oficial de artillería y cohetes dirigidos, Van Larch, es pintor. La mayor parte de sus obras se perdieron con el Corísande en Durendal, pero nos impidió que nos muriéramos de hambre unas cuantas veces en Flamberge pintando cuadros y vendiéndolos. Mi astronavegante hiperespacial, Guatt Kirbey, compone música; trata de expresar las matemáticas de la teoría hiperespacial en términos musicales. Yo no me intereso mucho por eso, personalmente – admitió -. Estudio historia. Ya saben, es raro; prácticamente todo lo que ha ocurrido en cualquiera de los planetas no habitados pasó en la Tierra antes de la primera nave espacial.
El jardín que les rodeaba de inmediato estaba ahora en silencio; todo el mundo se había acercado a las escaleras mecánicas. Harkaman hubiera dicho más, pero en aquel momento vio a media docena de los guardias uniformados de Sesar Karvall corriendo por su lado. Iban con casco y uniformes a prueba de balas; uno de ellos llevaba un auto rifle y el resto portaban aniquiladores con culata de plástico. El Vikingo Espacial dejó a un lado su copa.
-Vamos – dijo -. Vuestro anfitrión llama a sus tropas; creo que los invitados debemos encontrar también nuestros puestos de combate.
III
La engalanada multitud formaba un semicírculo de cara al rellano de las escaleras mecánicas; todo el mundo miraba con embarazada curiosidad, los de detrás estirando el cuello para ver mejor.