La lucha por la vida II (Pío Baroja) Libros Clásicos

Página 24 de 247

En la comida, uno de los viejos comenzó a soltar una porción de indecencias, que hicieron ruborizar a la novia. Bernardo, que bebió demasiado, dio bromas a la mujer de su primo, y lo hizo con la pesadez y falta de gracia que le caracterizaba.
La vuelta de la boda a la casa, al anochecer, fue melancólica. Bernardo se sentía valiente y quería hacer graciosidades. Esther hablaba con Roberto de su madre, que había muerto, de la soledad en que vivía.
Al llegar al portal se despidieron los invitados de los novios, y al ir a marcharse Roberto, Bernardo se le acercó; con voz apagada y débil le
confesó que tenía miedo de quedarse solo con su mujer.
-Hombre, no seas idiota. Entonces, ¿para qué te has casado?
-No sabía lo que hacia. Anda, acompáñame un momento.
-Pues ¡vaya una gracia que le haría a tu mujer!
-Sí, le eres muy simpático.
Roberto contempló con atención a su amigo, y no le miró la frente porque no le gustaban las bromas.
-Sí, hombre, acompáñame. Hay otra cosa, además.
-¿Pues qué hay?
-Que no sé aún nada de fotografía, y quisiera que vinieras una semana
o dos. ¡Por favor te lo pido! -No puede ser; yo tengo que dar mis lecciones. -Ven, aunque no sea más que a la hora de comer. Comerás con
nosotros.
-Bueno.
-Y ahora sube un instante, por favor.
-No, ahora no subo -y Roberto dio media vuelta y se fue.
En los días posteriores, Roberto fue a casa del recién casado y charló un rato con el matrimonio durante la comida.

Página 24 de 247
 

Paginas:
Grupo de Paginas:             

Compartir:




Diccionario: