La lucha por la vida II (Pío Baroja) Libros Clásicos

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El amanecer le producía como un despertar de la conciencia.
Al llegar al cuarto, abría la puerta con el llavín, entraba y se acostaba junto a él, sin despertarle, temblando de frío.
Manuel se iba acostumbrando a aquella vida y a sus nuevas amistades; no se atrevía a intentar un cambio de postura por pereza y por miedo. Algunos domingos por la tarde, la Justa y él marchaban de paseo a los Cuatro Caminos y a la Puerta de Hierro, y cuando no refrían, hablaban de sus ilusiones, de un cambio de vida, que vendría para ellos sin esfuerzo, como una cosa providencial.
Durante este invierno, los dueños del Círculo instalaron en la planta baja, en donde antes estaba el café, el Salón París, y en la lista de las bellezas sensacionales que habían de exhibirse aparecieron las bailarinas y cupletistas de más nombre: las Dalias, Gardenias, Magnolias, etc. Además, como gran atracción, se anunció el debut deChuchita, la hija de la Coronela. Ésta trataba de explotar a su niña como empresaria y como madre. El día de la representación, la madre hizo que la claque ocupara todas las localidades. Vidal, El Cojo y Manuel se acomodaron en las primeras filas de sillas, en calidad de alabarderos.
-Aplaudirán ustedes, ¿eh? -preguntó la Coronela.
-Descuide usted -dijo Calatrava-; y al. que no le guste, mire usted qué argumento le traigo y mostró su garrote.
Después de un magnetizador salió Chuchita, en medio de una salva de aplausos. Bailó sin gracia ninguna, y al terminar su canción y de bailar un tango, sacaron al escenario una gran cantidad de guirnaldas de flores y de otros regalos.

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