La novia del ahorcado (Charles Dickens) Libros Clásicos

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y podar los matorrales y las hierbas que lo rodeaban. Cuando llegaron los
trabajadores, no ha allí nada sospechoso; y por ello nada sospechara
Pero en un momento había desbaratado to, sus precauciones destruyendo el triunfo
del p que durante tanto tiempo había preparado y c con tanto éxito había llevado
a cabo. Se había desembarazado de la novia, adquiriendo su fortuna sin poner en
peligro su vida; pero ahora, por una muerte con la que nada había ganado, se
vería obligado a vivir para siempre con una cuerda alrededor del cuello.
Desde ese momento vivió encadenado a la casa de la tristeza y el horror, que no
podía soportar. Temeroso de venderla o abandonarla, para evitar que pudieran
descubrir el cadáver, se vio obligado a vivir en ella. Contrató como criados a
dos viejos, un hombre y una mujer; y habitó en la casa, temiéndola. Durante
mucho tiempo su mayor dificultad fue el jardín. ¿Debía mantenerlo cuidado,
tendría que permitir que volviera a su antiguo estado de abandono, cuál sería la
manera en la que probablemente llamaría menos la atención?
Tomó una decisión intermedia consistente en trabajarlo él mismo, en las horas
libres de la tarde, pidiendo luego al viejo que le ayudara; pero nunca le dejaba
a éste que trabajara solo. Y él mismo hizo un emparrado junto al árbol, para
poder sentarse allí y ver que estaba a salvo.
Conforme cambiaban las estaciones, y con ellas el árbol, su mente percibía
peligros siempre cambiantes. Cuando tenía hojas, pensaba que las ramas
superiores estaban adoptando al crecer la forma de un hombre joven... que
tomaban exactamente la forma de aquel joven, sentado en una horquilla que se
movía con el viento. Cuando caían las hojas, pensaba que al caer del árbol
formaban letras sugerentes, o que tendían a amontonarse, sobre la tumba,
formando un montículo típico de cementerio. Durante el invierno, cuando el árbol
estaba desnudo, creía que las ramas movían hacia él el fantasma del golpe que
había dado al joven, y le amenazaban abiertamente En la primavera, cuando la
savia ascendía por tronco, se preguntaba si con ella no subían partículas secas
de sangre. De esa manera cada año resultaba más evidente que el anterior la
figura del joven formada por hojas y agitándose al viento.

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